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martes, 6 de septiembre de 2011

También fuí amante de Amador

Sí. ¿Qué pasa?

Llevo en paro desde el día 23 de Febrero (mi cumpleaños), y desde entonces he analizado el mercado laboral y las opciones que éste me puede ofrecer. Tengo cuarenta y tres años, lo que viene a ser una anciana para la mayoría de los departamentos de RRHH de las empresas españolas, tengo una hija que me limita enormemente el horario que puedo aceptar, sobre todo en una sociedad como la española, en la que a los empresarios les encanta que nadie se mueva de su sitio hasta las ocho de la tarde como muy pronto, y lleguen a casa a las nueve (la hora de acostar a los niños). Tampoco creo que nadie estuviera dispuesto a pagarme un sueldo suficiente para poder llegar a mi casa a las nueve de la noche y que una empleada hubiera atendido a mi hija mientras tanto, porque a la empleada habría que pagarla. Aún en el supuesto de conseguir un trabajo que pague lo bastante bien como pagar a una empleada cuatro horas diarias, no me gustaría esta opción porque me gusta ver a mi hija y ella necesita verme. Pero como hay que comer, lo haría. Para eso hay que tener un buen sueldo, y de esos sí que por lo que veo en infojobs, anda ahora el mercado nacional muy pero muy escaso.

En esta situación, que no es desesperada porque yo no soy de desesperarme, cualquiera que me ve y “sabe de lo mío” me mira con carita de lástima. Ayer incluso alguien con nada de mala intención me dijo que mi situación es precaria. ¡Precaria! Bueno, se ve que soy muy sufrida y no lo había visto así, pero ya ves, vista desde fuera mi situación es precaria y hay que afrontarlo. He pensado a veces, de una manera muy fugaz, en comprar lotería mensualmente. Pero mi amor por el ahorro y mi escaso amor por tirar el dinero a la basura me lo impide. Además, una quiromante que visité cuando yo contaba tan solo veintiséis años y ya llevaba trabajando de nueve de la mañana a nueve de la noche desde los veinte, muchos días sin parar para comer, me dijo lo siguiente: “Tú toda la vida vas a trabajar como una negra porque nunca te va a tocar la lotería. No tienes suerte para la lotería. Pero también te digo que nunca te va a faltar trabajo”.



Creo que en esta última aseveración de “nunca te faltará trabajo”, la quiromante no contaba entonces con la crisis de las subprime, esa crisis que duró desde el 2007 al dos mil xxxxxx, ni tampoco contaba ella con la explosión de la burbuja inmobiliaria y su aterrizaje suave y posterior morrazo fuerte contra el suelo menos suave, ni contaba tampoco la quiromante con las miles de anunciadas ocasiones en que iban a decir que el mercado inmobiliario ha tocado suelo y otras tantas miles que el mercado inmobiliario ha taladrado dicho suelo para ir excavando túneles y más túneles que perforan la tierra en busca del anhelado suelo de la caída de los pisos, que ya por tan anhelado empiezan algunos a dejar de creer que existe. El suelo de los precios de los pisos empieza a ser algo como la piedra filosofal: algunos siguen creyendo que existe y esperan encontrarlo algún día. Puede que incluso, en unos años a partir de esta fecha o en unas décadas, se hagan películas de ciencia ficción alrededor de la búsqueda del suelo de los precios de los pisos, y nuestros hijos que ya serán adultos, irán con sus familias a ver esas películas al cine. Algo como “Vamos a ver 'En busca del suelo del precio de los pisos III'? Dicen que es flipante”. Suponiendo que para entonces la crisis haya dejado algún cine abierto, que eso ya lo veremos.




Es probable que haya que buscar trabajo fuera de España claro está. No sé si lo hay pero es posible que en Europa y no aquí en el Norte de Africa, pudiera optar a un puesto de... no sé, camarera por ejemplo. De nuevo nos encontramos con la incompatibilidad de ser camarera y atender a una hija (y yo desde luego pienso atender a la mía por mis huevos y así se acabe el mundo). No obstante, esta vía de salir fuera del Norte de Africa (España) para buscar trabajo ya se desarrollará como merece otro día en otra entrada. De momento intentaré no llegar a ese extremo porque a la niña le encanta su colegio, sus tres vecinos del primero que es como la familia ideal que nosotras no pudimos tener, con una madre que cocina de lujo y que es encantadora, un padre serio que trae buen dinero a casa y además es fiel a su mujer y adora a sus hijos, y tres hijos educados, buenos y guapos. Pues eso, tenemos esa familia vecina en lugar de los petardos que vivían en el piso anterior. Las amigas del colegio de mi hija para ella son como primas. No hay día que no me cuente sus anécdotas con esta y con la otra, y yo también las conozco y las quiero y me gustan. Nos gusta nuestra casa, nuestro barrio y nuestra gata, que podría viajar claro está, pero Mery (nuestra gata) un día se equivocó y salió de casa y pasó una noche entera en el portal. La crisis de ansiedad que tenía la pobre gata al día siguiente era como para llamar al SAMUR si hubiera samur de gatos, que ya os digo que no hay por si hay algún loco que se lo está pensando. Puede venir un guiri y ponerse borracho perdido y llaman al SAMUR y ahí tiene lugar un despliegue de medios y un despilfarro de dinero público de padre y muy señor mío. Al guiri lo reaniman aunque haya que gastarse allí quinientos mil euros de las arcas del ayuntamiento de turno o del gobierno central o de donde sea, lo importante es que sea dinero español. El guiri además se ha cogido el pedo a propósito, no es accidental. Vamos, que ha venido a España a eso, a cogerse un pedo de colores y quedarse inconsciente. A nosotros eso nos da igual. El SAMUR está para salvar vidas humanas y allá que vamos sea la crisis lo gorda que quiera ser. Para evitar desahucios no hay pasta, pero ningún guiri borracho va a morir en nuestras playas porque ahí está toda nuestra pasta para evitarlo y por supuesto inmortalizarlo todo con las cámaras de España Directo. Esto último me parece bien, porque ya que tenemos que pagar todo el proceso de salvamento cogorcil, al menos disfrutemos de un poco de entretenimiento a costa de la dignidad del guiri en nuestra televisión pública. Lo digo en serio, lo mínimo es que lo saquen por la tele.




Bueno no tengo ni la menor idea de cómo he llegado hasta aquí, que estaba yo con encontrar curro y he acabado en Lloret de Mar con el SAMUR y España Directo. Ah sí, estamos en que a Mery, mi gata, no le gusta viajar, y que no hay SAMUR para los gatos aunque lleven pagando impuestos durante años. Si señor. Mery no paga IRPF porque no tiene trabajo remunerado. Sin embargo pago por ella el IVA, cada vez que compro pienso para gatos, arena para gatos, un collar para gatos, un arenero, le llevo al veterinario, le compro una pastilla para desparasitarla... Todo eso contribuye Mery a las arcas del estado, para que no le puedan mandar una ambulancia si tiene un ataque de ansiedad. Injusto ¿eh? :)

Voy a ver si recupero el hilo. Dejamos ya a Mery tranquila y abandonamos Lloret de Mar para volver al tema del empleo (se ve que me quiero escapar del tema por donde sea, normal). Ha quedado claro que de momento queremos evitar buscar trabajo fuera de España, no sólo por Mery y por mi hija sino porque a mí me encantan mis amigos de aquí del Norte de Africa (España), los bares del Norte de Africa, las croquetas y tortilla norafricana (española), los chistes, el sentido del humor y casi todo lo del Norte de Africa, osea lo Español, a excepción de las fiestas tortura animales de todo tipo. Ojo que digo de momento no nos vamos, tal vez luego no haya opción, las alternativas que me quedan aquí dentro del Norte de Africa son hoy por hoy bastante limitadas por no decir que no hay alternativas. Veo que sin embargo hay una forma de ganar pasta a espuertas sin salir de mi país, y que no requiere de ninguna preparación especial: haber sido amante de Amador Mohedano.


Esto es fácil. Lo vengo observando los últimos dos meses en mi pantalla amiga y creo que por un tiempo se puede vivir muy bien de ello.

Llamas a uno de los múltiples programas culturales que llenan nuestra programación de la mañana, tarde y noche, y aseguras que fuiste durante... no sé.... un poner.... un año, amante de Amador Mohedano y que quieres ir a contar tu experiencia. Negocias un buen dinero, te plantas allí, y te lías a contar un montón de trolas. Cuanta más imaginación y más inventes detalles guarretes mejor (yo para esto bien, muy bien). ¿Porqué no lo hago ya entonces? Pues lo he pensado señores, porque además sé que me lo sé montar de manera que durante un tiempo me crean. Luego todas las mentiras se descubren, pero sé que sabría hacerme creer inicialmente. Soy una gran actriz. Sin embargo, entre todas las cosas que me enseñaron de pequeña, me marcaron una a fuego en la piel y en las entrañas, y se llama VERGÜENZA. Sí, tengo mucha vergüenza. Me importa mucho mi reputación. Tener una reputación de persona honrada, que mi hija no se avergüence de mí, en fin todo eso que viene a ser tener vergüenza. ¿Debería estar inmensamente orgullosa de ser así? Pues depende. No sé porqué me da que si siguen sin encontrar el fin de la crisis, el suelo de los precios de los pisos, el cambio de tendencia de las cifras del paro, vamos, si esto sigue empeorando, a los que nos enseñaron a tener vergüenza de pequeños nos va a estorbar mucho la vergüenza y sin saberlo nos han hecho un flaco favor. Y lo malo es que esa ya no la quitas. Te la han enseñado tan bien que la vergüenza con mayúsculas no te la puedes quitar, por mucho que quieras. Y por mucho que veas que estarías mejor sin ella, a tu hija le enseñas también a tener VERGÜENZA, porque sí. Es como tener la nariz grande. Se pasa de generación en generación. La nariz se opera pero la vergüenza no se opera. No hay operaciones para quitar la vergüenza. Es como el SAMUR de gatos, que no existe.

No he sido amante de Amador Mohedano, pero si algún día cambio de idea os enteraréis. No os quepa duda.


Hola hispanohablante. Me interesan mucho tus experiencias similares  y tus opiniones. Desde España, desde América Latina o desde donde quiera que estés, te pido que compartas tus comentarios. ¡Escribe lo que estás pensando! Con educación y respeto por favor.

miércoles, 31 de agosto de 2011

La madre que quiero ser


Un hijo es el mayor regalo que la vida nos puede dar. La conexión con otro ser y con el universo que te proporciona tener un hijo, no se obtiene a través de ninguna otra experiencia o así lo siento yo. Nada es tan intenso, tan revelador, tan verdadero, tan sobrenatural, tan sobrecogedor, como la conexión que hay entre una madre y su hijo (tal vez del padre llega a ser igual, lo desconozco).

Esta relación, nos viene dada como un regalo de valor incalculable, impagable. Se nos ha elegido quién sabe porqué para tener esta oportunidad. No ha sido para cumplir con ese estatus social que hace necesario tener un hijo, o mejor la parejita, llevarlos monísimos y apuntarlos a tenis. Ni para convertirlos exáctamente en lo que pensamos que debería ser una persona, jugando a ser Dios, despojándoles de toda su individualidad que nace con ellos y viene quién sabe de donde. Nosotros no sabemos nada. Nuestras responsabilidades, además de vestirles, procurarles una casa limpia y caliente, y una educación (este es el mínimo mínimo) son muchas.

Una de las responsabilidades que adquirimos al ser padres es enseñarles los límites. No se le hace ningún favor a un hijo haciéndole creer que puede hacer cualquier cosa que se le ocurra. Como se han escrito tantos artículos sobre poner límites y cada uno sabe si quiere hacerlo o no, en esto no me extiendo, sólo lo menciono como punto de partida, sin el cual nada de lo que hagamos por nuestro hijo le hará feliz (siempre querrá más).

Otro punto que no se menciona a menudo pero que siento como vital, es amar a tu hijo. Amarle como es. Tal y como él es. Respetar sus sentimientos, permitirle tener sus sensaciones sin juzgarlas, dejar que su evolución vaya siendo a su ritmo y no al que nosotros “suponemos” que es deseable o normal. ¿Quiénes somos nosotros? ¿Qué sabemos nosotros de las profundidades del ser humano? No hemos comprado una Nancy. Estamos al cuidado de un alma humana que confía ciegamente en nosotros. Por favor, no le cortemos las alas del alma con nuestro ego, con nuestros juicios, con nuestra ideología. Respetemos sus sentimientos, y muchas veces podemos aprender de ellos. Yo soy rencorosa, mi hija perdona inmediatamente, perdona de corazón. No conoce el rencor. Aprendamos de nuestros hijos. El hecho de que no se sepan atar los cordones de los zapatos no nos hace superiores a ellos. Un alma en un cuerpo pequeñito puede enseñarnos mucho.

Y por fin el punto más importante en el que nunca quisiera fallar: quiero estar ahí para ella. ¿Qué es una madre ausente? Es un niño abandonado. No hablo de la madre que se va a trabajar, sino de la que nunca está porque siempre tiene algo mejor que hacer que estar con su hijo. Por muy bien atendido que esté ese niño en lo físico, le falta la atención más importante que es la del alma. A su alma ningún asalariado le puede prestar atención. Cuando van creciendo y nos cuentan algo que nos parece muy tonto, quiero estar ahí para que sepa que eso que para ella es tan importante, realmente lo es también para mí. Que podemos hablarlo, analizarlo, diseccionarlo, abrazarnos, reirnos, hacerle burla o llorarlo. Ella siendo tan pequeña, ya tiene sus fantasmas, y sacándolos a la luz, hablándolo con quien ella más quiere, siente una seguridad y un alivio que de otra forma no encontraría, y ese fantasma se quedaría dentro de ella haciéndose grande. Este aspecto de “estar ahí para hablar con ella de lo que necesite” me parece más vital que el baño. Para mí va situado lo siguiente en importancia inmediatamente después del alimento.

Esta actitud, la de estar ahí para tu hijo, es la que realmente me interesaba al escribir hoy. A día de hoy, siendo ella una niña, tal vez no sea tan difícil estar ahí para ella, para que ella pueda sacar de su cabeza las cosas que le atormentan y hablarlas con su madre que soy yo como lo más natural. Al hablarlo ella toma poder sobre ello. Al hablar conmigo de sus miedos los conquista. A día de hoy es fácil, aunque me enorgullece darme cuenta de que mucha gente no lo hace y descuida a sus hijos quitándole importancia al hecho de hablar con ellos porque “son pequeños y son tonterías”. No es que esa gente sea mala, es que están equivocados o eso creo yo. Como decía, a día de hoy para mí es fácil. Lo veo natural y a ella le hace falta hablar conmigo. Lo único que tengo que hacer es darle ese tiempo para estar las dos tranquilas y escucharle con atención, eligiendo palabras para responderle que le puedan ayudar a construir una confianza en sí misma y en su poder sobre su vida, desde sus más tempranos miedos.

Lo que no quiero que se me olvide nunca, es que esta responsabilidad la tengo con ella no solo ahora cuando es una niña más manejable. Esto es responsabilidad mía siempre. Quiero que a medida que ella vaya creciendo y entre en edades consideradas más “difíciles”, no se me olvide que es mi ineludible obligación estar ahí para ella. Hablar con ella. Preguntarle qué tal está. Qué tal se siente. No vale enfadarse con ella y no hablarle en tres meses o pasar de ella y hacer mi vida intentando tener el contacto mínimo con ella. Eso no es. El hecho de tener un hijo es un regalo de un valor incalculable, y no vale cuando las cosas se ponen un poco incómodas, mirar hacia otro lado como si ese hijo no fuera nuestro, retirarle la palabra, retirarle la protección, y que cuando tenga los enormes problemas espirituales que puede tener un niño o un adolescente, llegue a una casa donde sus padres no le hablan. Eso no es ser padre o madre. Solo pido no cometer jamás este error. No me lo perdonaría, y estoy segura de que mi hija tampoco podría perdonarme semejante traición.

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sábado, 13 de agosto de 2011

Mis www.vacacionessingles.com

Bien, ya estamos de vuelta. O como diría mi abuelo australiano: “Well, well, well, well... It seems like we're back home again”.

Diez días fuera de casa en un hotel de Aguadulce, Almería. He ido sola con mi hija, y en esta ocasión lo de sola es un decir porque he ido con vacaciones singles. Esto quiere decir que llegas allí y el organizador te tiene preparados otros veinte o cuarenta (según las fechas) singles más, cada uno con uno o dos retoños. La experiencia para mí y para la niña ha sido absolutamente novedosa, distinta de todo lo que hemos hecho antes, y realmente positiva. Nos hemos quedado con ganas de más, mucho más.

Fuimos en tren las dos solitas hasta Almería, y esto ya fué el primer acierto porque el viaje fue comodísimo. Ultimamente no tengo más que aciertos. Soy la hostia.

Cogimos un taxi desde la estación de Almería hasta el hotel (17 euros), y allí frente a recepción estaba Juanjo, el organizador de estas www.vacacionessingles.com. Nos dio la bienvenida y unas instrucciones sencillas, que una ya con los cinco meses en paro encima no está muy ágil de mente. También te da una pulsera para la niña o niño, y así cualquiera que la ve sabe que es del grupo de singles y supuestamente busca a alguien del grupo y te la devuelven (la niña). Yo no la he perdido hasta ese punto porque ya es sabida mi sobreprotección con la criatura. El viaje consistía en diez días allí en un hotel de cuatro estrellas en régimen de todo incluido, y se me da mal contar cosas que no sean dinero pero seríamos entre treinta y cuarenta singles con sus hijos. Por supuesto durante todo el día había actividades para los niños y para los adultos y podías apuntarte o no. Yo no he hecho ninguna actividad aparte de beberme todo el tinto de verano que me cabía en la barriga, y aún así lo he pasado de lujo (o a lo mejor precisamente por eso lo he pasado de lujo). La niña en cambio, siendo mucho más sensata que yo, se ha apuntado a todo lo que había para niños. Como ya se sabe, los niños no pueden beber tinto de verano y gracias a ello hacen cosas.

Nos levantábamos y estábamos en el restaurante antes de las diez y media para no perdernos el desayuno. La comida buenísima. De los hoteles españoles que he probado en pensión completa, la comida en este era la mejor (Hotel Playadulce). Sobre todo porque tenían una zona de plancha donde te hacían el pescado o carne a la plancha delante de ti y en el momento. Los pobres cocineros estaban asados, eso sí. Daba pena cada vez que te acercabas por allí, que en mi caso eran dos veces al día. No vayamos a pensar que por el hecho de comer todo a la plancha he adelgazado. ¡JA! He vuelto como un obús. Cuando los señores de la tercera edad me miran al pasar como si fuera una diosa, sé que me sobran siete kilos. El motivo de mi repentina acumulación de grasa en Almería (sumada a mi repentina acumulación de grasa en Punta Cana), no ha sido la comidita a la plancha, obviamente. Ocurre que esa comidita de plancha y ensalada, era regada siempre con generosas cantidades de tinto de verano, y rematada siempre por arroz con leche y flan o pudding. El arroz con leche estaba de muerte. Espeso como a mí me gusta y además le echaba por encima canela y azúcar. Luego le ponía al lado un buen trozo de flan o pudding o tarta y hala, a la mesa. Y así todos los días, tanto en la comida como en la cena. Dieta equilibrada. Todos los días arroz con leche, con razón no iba al baño. Había otros postres claro está pero yo cogí fijación por este.

Después del desayuno me solía subir a la cafetería del hotel a tomar un café decente (el del restaurante era mejor que en otros hoteles de playa pero tampoco es que lo hubiera cosechado Juan Valdés). En cambio en la cafetería estaba buenísimo.

Toda la mañana hasta las tres el plan consistía en piscina o playa (el hotel estaba en primera línea). Yo me apoltronaba en alguna tumbona o toalla por aquí o por allá con algún libro, periódico o nada, y la niña a veces iba al miniclub donde hacían concursos de dibujo, papiroflexia, minigolf y cosas de esas. Parte de la mañana la niña estaba conmigo y con niños de otros singles, disfrutando de la playa o la piscina, y el resto de la mañana se iba al miniclub con monitores muy niñeros y encantadores. Victoria y yo cogimos mucho cariño a Celia.

A partir de las doce y media por la piscina ya rodaba el tinto de verano y la cerveza. En la piscina estaba el bar “El Torito”, que atendían varias personas pero destacaba la eficacia, rapidez y organización de la camarera Kety. Allí tomábamos ya el primer refrigerio para evitar toda gana que nos pudiera entrar de hacer algún deporte. Si no iba yo a buscar una cerveza ya se encargada algún otro single de traérmela para asegurarse de que todos estábamos en el mismo barco: rumbo a la barriga cervecera.

El día tenía pocas sorpresas para los padres: descansar, charlar, comer y beber. Y los niños jugar, jugar y jugar. Se hizo una pandilla muy grande de niños de diversas edades. La mía no se lo ha pasado mejor en su vida. Aquí teneis una imagen de la vista desde nuestra mesa del restaurante un día cualquiera.


Por la noche había que cenar corriendo porque si no la niña se perdía la minidisco que era a las nueve y media. Lo de Victoria con la minidisco es una adicción fuera de lo normal. Ni siquiera disfrutaba de la cena y preguntaba “Mamá ¿ha empezado la minidisco?” todo el rato. Así que había que dejar el postre a veces sin terminar o terminarlo como los pavos para que Victoria se uniera al grupo de niños que había en torno a la animadora o animador y bailasen “head shoulder knees and toes”; “chuchua chuchua” y todo ese repertorio. Para ella lo más de las vacaciones ha sido ese rato de nueve y media a diez y cuarto de la minidisco. Hay que apuntarle a clases de baile pero ya.

Luego a eso de las diez y media ya había baile libre, en el que sobre todo bailaban los críos y los padres les mirábamos desde las mesas. Hombre, aquí la menda algún danza kururo se ha marcado pero con moderación. Todo esto era en una terraza muy agradable con vistas al mar. Ahí ya había espacio para que los padres y madres singles nos contáramos nuestras movidas: que si tú tienes la compartida, pues a mí nunca me ha pasado un duro “¿PERO NUNCA? ¿NADA?”. “No, nunca nada”. No veas cómo jode ver que casi todo el mundo cobra una pensioncita de cuatrocientos euros para su hijo (a veces incluso más), y yo tiro de todo solita. La verdad es que estas conversaciones casi siempre me ponen de los nervios por ver lo raro de mi situación. Me gustó mucho hablar ya en los últimos días con una chica que a primera vista no habíamos tenido ningún feeling la una con la otra, pero casualmente una noche hablamos y mira tú por donde era otra que tampoco veía un duro del padre de la criatura. Es curioso cuando te encuentras a una mujer así cómo instantáneamente sabes que hay muchas cosas por las que tú pasas que sólo ella y otras como ella entienden. Ya no es sólo la parte material que se hace muy dura (que eso también), sino que a eso has de sumarle el sentimiento diario de cómo se están riendo en tu cara y en la de tu hijo durante años. Después, en el tren de vuelta, conocí a otra más que estaba en la misma situación. Bueno ya somos tres. Me voy a callar lo que pienso de los individuos que se desentienden de sus hijos porque estábamos hablando de las vacaciones.

Las tertulias estas con copa de la noche en la terraza mientras los niños bailaban el danza kururo, el waka waka y el loca loca, eran muy agradables. Ibas conociendo a unos y a otras un poco más que por el día, con más tiempo, y veías a veces que gente que te parece muy distinta a ti luego no es tan distinta. Cada uno con sus aciertos y con sus errores. Yo he conocido gente muy especial, he tenido mucha suerte. Luego hay gente que te cae mal directamente, claro, pero eso es lo divertido de los grupos ¿no? Luego a los que te caen mal les puedes criticar con los que te caen bien, y a su vez ellos te critican a ti, y luego les saludas amablemente en el desayuno. ¡Qué bonitas son las vacaciones! Si alguien se está preguntando si se liga en este tipo de viajes, pues yo he visto poco de eso pero claro, si se ha formado alguna pareja tampoco lo van a pregonar a los cuatro vientos. Imagino no obstante que alguien ha debido pillar, y si no es así Juanjo, el organizador, repite estas vacaciones todos los años. Feliz verano a todos.


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lunes, 18 de julio de 2011

Las sorpresas de Alberto

Bueno pues vamos a escribir una poca. No tenía nada sobre lo cual escribir así que estaba tan contenta, porque si escribo es porque algo me está molestando. Para compartirlo aquí tiene que ser algo no muy privado claro. Y en el sentido público y sector servicios iba bien la cosa últimamente. Iba bien, entre otras cosas porque casi no he salido de casa. He estado en plan: casa, piscina con la peque, visita de familiares en casa, más casa y piscina con la peque, tele, y poco más. Y llega el momento en que hay que salir de casa, ya sabes. Aunque una esté en paro siempre hay que hacer recaditos si eres clase media o baja o pobre, y si eres rico pues haces gestiones. Yo como me ando peleando para no bajar de la clase media-normal-baja, pues hago recaditos. Espero algún día hacer gestiones. Mis recados muchas veces se hacen en Alcalá de Henares, hermosa villa (hola Fernando). Hoy el papeleo era en Alcalá. El viernes saqué fotocopias de unos cuantos documentos, y tras un fin de semana muy tranquilo, hoy le he dicho a la niña que nos íbamos a hacer recaditos. Está muy harta de Alcalá y de todo lo que se hace cuando vamos allí que suele ser un auténtico coñazo, así que no le he mencionado la temida palabra “Alcalá”. Sólo le he dicho que hoy hay que hacer recados. Como es un angel me ha dicho: “Mamá a mí me gusta mucho hacer recaditos contigo y ayudarte”. Así que con este tierno despertar y cayéndoseme la baba por el camino, hemos ido a por el coche. Ya imagináis que coger el coche y que me toquen los huevos es todo uno. Se acabó la paz y ya tenemos tema para escribir (largo y tendido además).

Antes de nada quiero dejar claro que esta entrada del blog nunca habría sido posible sin la ayuda inestimable de nuestro querido alcalde Alberto Ruiz Gallardón. Quiero ser justa y mencionarle por lo menos una vez para no quitarle méritos, porque este hombre es ya una musa de los escritores y poetas de esta ciudad. Cuántos versos habrá inspirado este insigne político con sus actos siempre impredecibles y heroicos.

Heroicos sí, porque es heroico cerrar la carretera que enlaza la M-40 con la A-2, así sin avisar. Es un cachito de nada. La verdad es que no tenía que haber sido para tanto. Pero lo era, y vaya si lo era. Hemos salido de casa a las once menos cuarto (horario de desempleada), con la finalidad de evitar a toda costa los atascos provocados por la gente que sí trabaja, ya que después de 23 años cotizados y currados, una de las cosas que no echo de menos son los atascos. De este modo me disponía yo, con mi horario privilegiado, a hacer una gestión en horario óptimo y sin prisas, en plan rentista. Vamos, que casi lo podía ya llamar gestión y no recado. Todo iba bien durante los primeros kilómetros, y hemos entrado en la M-40 sin ningún problema. En la salida hacia la A-2, San Fernando de Henares, Coslada, nos hemos metido como siempre, y ya sólo nos quedaban veinte minutillos para estar en Alcalá. JA! Los cojones. Son las cinco de la tarde, estoy de vuelta en casa y no he ido a Alcalá. ¿Qué ha pasado en todo este tiempo? Pues que mi amigo Alberto está de obras, de reformas. Quiere aprovechar el verano para darle un repasillo a su ciudad, y ya de paso, para fastidiarme a mí la existencia. A mí y a otros seis millones como yo. Y nos la ha fastidiado, vaya que sí. Lo ha hecho como solo Alberto sabe hacerlo: Durante una hora y cuarto hemos estado en el coche para recorrer tres kilómetros. No se podía coger la A-2, y después de esa hora y cuarto prácticamente parados y con llantos intermitentes de la niña, ya no había ganas de ir a Alcalá. Ni ganas ni valor, porque mi navegador se empeñaba en meterme otra vez por el mismo sitio. “Cambie de sentido y tome la primera salida a la derecha A-2 San Fernando”. Sí sí, lo que tú digas. No me vuelvo a meter ahí ni aunque me regales un piso.

Esto yo, que estoy parada y con tiempo. No quiero ni imaginar al que se haya cogido un día de Asuntos Propios para hacer algo y haya tenido que coger ese desvío. Ese habrá tenido que hacer como sea la gestión, porque ya sabes que los Asuntos Propios son el día del juicio final, o lo haces ese día o ya no lo puedes hacer nunca. Así que el que estaba currando y se haya pedido el día de Asuntos Propios habrá tenido que terminar la jugada como sea. Por donde decía el navegador o metiéndose campo a través. Gracias a Dios no me encuentro yo en esa situación, o gracias al despido. Perder un día de Asuntos Propios en una gestión que no se ha podido llevar a cabo por las obras de Alberto es una putada. Pero ahora eso ya no va a pasar, porque hoy ha salido en las noticias que lo de los días de Asuntos Propios lo van a quitar. Parece que no es nada “europeo”. Tampoco es muy europea nuestra mierda-baja de maternidad de cuatro meses ni nuestro mierda-horario de “cuantas más horas eches mejor empleado eres, aunque las eches haciéndote pajas”. Eso no es europeo en absoluto pero de momento no quitan ni las mierda-bajas ni el horario pajillero. Quitan los Asunto Propios. Así, a lo fácil.

Bueno que me voy a otra cosa, y estábamos con Alberto. En Madrid somos muy buenos. Buenísimos. Yo no conozco gente más buena que la de Madrid ni gente más paciente. Para ponernos a prueba como ciudadanos pacientes, nos ha enviado el Señor a Alberto, que día tras día pone a prueba nuestra fe. En esas horas de encierro en el coche en una carreterilla que enlaza una punta de tu ciudad con otra, no puedes salir, no puedes beber agua, no puedes hacer pis, no puedes suicidarte porque eres madre, así que te da tiempo a orar y a meditar sobre el sentido de la vida y lo efímero de todo lo material. Mis pensamientos han pasado en ese rato por diversas fases:

  1. Fase me cago en tu madre: No creo que haya que explicar mucho sobre esta fase, salvo que la madre es la de Alberto.
  1. Fase “¿pero para qué coño hacen esto?”: Esta fase debe durar lo menos posible ya que es muy dañina para la salud y para el cerebro. Nunca se va a encontrar una respuesta satisfactoria y sí un montón de motivos para no hacer la obra, así que antes de recrearse en esta nociva fase es preferible volver a la fase uno, y no salir de ella hasta sentirse algo más desahogado.
  2. Fase “todos somos iguales ante Dios”: Habiéndose pasado un poco el odio de las fases 1 y 2, es bueno comprender ahora que todos los que nos encontramos en la carretera de enlace de la A2 con la M40, incluido el Lexus Crossover RX, estamos hasta los huevos. Él lo está sufriendo exactamente igual que yo. Mira, ya empiezo a encontrar alguna satisfacción en este embudo, aunque sea mínima. Le miras y ves que al igual que tú, está hasta los huevos. Aunque él lo está viviendo desde su habitáculo ultramegachulo y con un aire acondicionado que ni se oye ni se siente y no tiene que pasar frío para que el niño no tenga calor. Miras para atrás. Ah no, que no hay niño. No hay nadie. No sé porqué estos coches de sesenta mil euros siempre están vacíos. Yo creo que venden a los críos para comprar el coche. O los tendrán con la nanny. O ya serán mayores, porque cuando son mayores te puedes comprar un Lexus Crossover RX. Echo cuentas, porque tengo tiempo para echar cuentas también (gracias Alberto), y la verdad es que aunque no tuviera a la niña no estoy yo para comprarme un Lexus Crossover, y menos ahora que estoy en paro. Bueno ganará más pasta que yo simplemente, aunque con esa cara de tolay... Bueno, será de los que cumplen a rajatabla el horario pajillero (estoy en el curro hasta que el jefe ya se haya ido, aunque sea haciéndome pajas). Vaya, parece que arrancamos y avanzamos un metro y medio. Esto me saca de mis pensamientos y me lleva a la siguiente fase:
  3. Fase “todos somos iguales ante Dios” - segunda parte: El del Lexus te ha quedado muy adelante, y después de admirar y envidiar el parachoques y todas las pijadas que llevan esos coches, os volvéis a parar en seco (no se nos olvide que aquí manda Alberto). Ahora lo que queda a tu izquierda no es un Lexus sino la furgoneta de un currela. Lo siento pero no me he fijado en la marca. Van a su rollo, el currela conductor y el currela copiloto. El currela copiloto queda en un punto que le facilita una buena vista de mis piernas, que aunque fofas, blancuchas, y faltas de ejercicio, están depiladas y el de la furgoneta está contento. Miro para arriba y me mira con cara simpática. Parece que está pensando: “Jodete, te voy a estar mirando las piernas todo el rato y no lo puedes evitar porque estamos aquí pillados”. Me molesta su mirada de marrano pero después de sentir la náusea de mi estómago, respiro y me paso de las sensaciones físicas a la mente y racionalizo. Me digo a mí misma: Bien, me está viendo las piernas, ¿y qué?. No me puede hacer nada ni me puede tocar ni me está viendo nada más que las piernas. Intenta aparentar indiferencia porque tampoco es el fin del mundo y esto pasará (o no, todo depende de Alberto). La mente es muy poderosa, porque tan pronto has superado un microtrauma, lo que te estaba incordiando desaparece. En ese momento en que ya me relajo y comprendo que el mundo no se termina porque el marrano de la furgoneta esté contemplando mis muslos como si fueran su trofeo, arrancamos. Venga, otro poquito más. Dejo atrás al currela, miro por el retrovisor y respiro satisfecha porque ya no puede seguir invadiendo mi espacio con su cochina mirada. Estoy en paz. Algo me saca de mis pensamientos. Es una voz que viene de atrás. “Quiero vomitar mamá”.
  4. Fase “Por Dios, pos Dios, que no vomite”. Pero ¿porqué cariño? Venga aguanta un poquito”. Atrás ya no valen las explicaciones. Mi niña no conoce a Alberto y no entiende nada de esto. Yo le había dicho que íbamos a hacer recaditos, y sin embargo llevamos una hora encerradas en el coche muertas de calor y sin movernos para nada. Además, creo que sospecha que en realidad vamos a Alcalá. “WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA WAAAAAAAAAAAAAAAA, quiero gomitaaaaaaaaarrrr. Quiero gomitaaaaaaaaaaaaaaar. ¡¡¡Tengo mucha hambreeeeeeeeee!!!!”. La última frase te tranquiliza algo. Poquito, pero algo es algo. Pienso: “Cuando quiero vomitar nunca tengo hambre, me da todo asco”. Y le dices: “Venga cariño no pasa nada. En seguida vamos a llegar y te voy a dar algo rico de comer”. Sigue gritando que quiere vomitar y que quiere zumo, alternando el deseo de vomitar con el de zumo, dos deseos para mí completamente incompatibles pero su organismo creo que funciona de otra manera. Creo que sí es capaz de estar con ganas de vomitar y querer zumo. No sé si tiene que ver con la infancia o con que somos distintas. Vaya, parece que estamos saliendo del embudo. El navegador resucita: “Cambie de sentido y tome la primera salida Coslada San Fernando de Henares” (que significa volver a meterte en otra como la que estás dejando, pero en sentido contrario). Huyes de Coslada como alma que lleva el diablo. Empiezas a ver delante de tí carretera, coches que se mueven, vida. El atasco ahora queda a tu derecha. El nudo de tu estómago se empieza a disipar. Tu humor cambia. Desistes de ir a Alcalá. “Cariño, ¿quieres un zumo y un montadito?” “SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII” Bien, parece que hoy tampoco habrá vómitos.

    Gracias Alberto. No hemos hecho el recado, vamos a gastar tontamente, pero volvemos a casa de donde nunca debimos salir.


    Hola hispanohablante. Me interesan mucho tus experiencias similares  y tus opiniones. Desde España, desde América Latina o desde donde quiera que estés, te pido que compartas tus comentarios. ¡Escribe lo que estás pensando! Con educación y respeto por favor.

jueves, 14 de julio de 2011

Las tocahuevos de la autoestima

Hay un tema que desde siempre, o desde que tengo... no sé, quince años, me saca de mis casillas.

A ver a quién le suena una situación de este tipo. Estás en el trabajo y es el cumpleaños de alguien, que pasa un mail diciendo que en tal mesa hay bollos, o saladitos, o pasteles. Ya sabéis, se celebra todo comiendo aunque acabemos de desayunar, y cuando es el cumpleaños de alguien la gente come bollos aunque le sobren 25 kilos. Tú no vas a por un bollo porque no comes bollos casi nunca, porque además te sobran un par de kilos, y porque además no te apetece ahora un bollo. Si la persona que cumple años no te cae fatal, te levantas y vas a saludarla o bien le mandas un mail, según te pille, y te quedas en tu sitio tan feliz o tan amargada según te pille. Lejos de estar zanjado el tema, empiezan a pasar por tu lado gordas de diversos tamaños:

Petarda 1: “ ¿No comes nada?”. Como ya estás acostumbradísima a esta situación contestas sin levantar la mirada del ordenador:

Yo: “No, paso”.
Petarda 1: “Pero mujer ¿porqué? ¡Que es el cumpleaños de fulanita!”.

En tu interior te preguntas en qué le puede beneficiar a fulanita que en el día de su onomástica , te comas tú un bollo. Y contestas según tu humor de ese día, arriesgándote en mayor o menor medida a la charla de la autoestima. Pongamos que contestas:

Yo: “Ya, pero paso. Ya he desayunado”
Petarda 1: “Venga mujer. Si por uno solo qué mas da”

La miras y ves que le sobran tranquilamente 25 kilos. Antes te daba pena pero como ahora te está tocando los huevos ya no te da pena ninguna y quieres que se meta tres bollos en la boca a la vez y deje de respirar. Y contestas:

“Ya, pero no me apetece. Te doy el mío si quieres”

Como Petarda 1 sabe que contigo hay poco que hacer se vuelve a sus cosas, que consisten en comer y en ver lo que comen los demás, o si comen o si no comen. La paz dura poco. Viene Petarda 2:

“¿No has comido bollitos?” (lo pregunta con voz escandalizada como si preguntase: “¿van a venir a violarnos los jardineros en protesta por su congelación salarial?”).

Yo: “No. No he comido”.

Petarda 2: “Pero ¿¿¿porquéee??? Venga mujer comete uno aunque sea. Qué exagerada hija. ¡Por uno!”.
Yo: “Gracias Petarda 2, pero no me apetece”.
Petarda 2: “Pero ¿ni uno solo vas a comer? Hija si no estás gorda. ¡Qué exagerada!”
Yo: “No gracias, Petarda 2, la verdad es que ya he desayunado y ahora no me entra nada”

Petarda 2 se queda con cara de pedo porque creo que le estoy tocando los huevos. Ella cuando hay bollos tiene que asegurarse de que todo el mundo zampe bollos, no sólo ella y las otras zampa bollos. Respeto muchísimo al tipo de zampa bollos feliz y natural de verdad, la que no se preocupa de si yo como bollos o no, sino que está a disfrutar su bollo e incluso prefiere que yo no coma para así tener ella más bollos que comer. A esta no sólo la respeto sino que en cierto modo la admiro y además, es mi cómplice. Yo no quiero bollos, y ella no quiere que yo coma bollos porque los quiere todos para ella. A las dos nos interesa lo mismo: Es mi pana.

Pero lamentablemente para mí y para la humanidad entera, de esas zampabollos felices hay muy pocas, y casi todo lo que te encuentras son tocahuevos como Petarda 1 y 2, que son de lo más irritante. Su empeño en que los demás comamos (sobre todo si los demás no queremos comer), es obsesivo. Es insano y estoy segura de que oculta alguna patología, aunque no sé cual porque no soy psicóloga.

Normalmente la gente que me conoce me deja en paz después de estas preguntitas de petardas 1 y 2. En realidad, a estas alturas de la película, como ya he soltado algunas borderías, las petardas se enrollan poco conmigo. Pero para llegar a este remanso de paz he tenido que aguantar durante años la charla de la autoestima mal entendida, por parte de petardas incansables. Dicha charla suele comenzar si se te ocurre cometer la gran imprudencia de decir “No, no como, estoy a dieta” (aconsejo a la lectora no decir nunca esto). Ante las palabras malditas “estoy a dieta”, la loca de la autoestima salta como si le hubieran metido un petardo en el culo y te machaca hasta el punto de que te planteas llamar a la policía. Su machaque es un rollo parecido a:

“¡A dieta! Hija qué tontería. Pero si no estás gorda. ¡Es que hay que quererse como una es!. No se puede estar toda la vida a dieta. Pero ¿de donde vas a adelgazar? Pues hacer dieta no es sano. ¿Y qué comes? ¿Sólo? Hija pero es que no se puede estar así sin comer nada. Uno tiene que aceptarse como es. Es que estás obsesionada. Come uno hija, si están buenísimos.”

Tú ya has dejado de escucharla y estás mirando su sobrepeso, y te preguntas porqué todas esas energías no las gasta en ir al psicólogo para que le cure su obsesión de no dejar a la gente en paz. Si se quisieran como son, no estarían obsesionadas con lo que tú comes o dejas de comer. Y sí, hay que quererse como una es. Yo prefiero quererme como soy y no con 25 kilos de más. Recuerdas que esta chica el año pasado se apuntó a Naturhouse porque quería adelgazar, estuvo un mes y medio a dieta, se dejó 70 euros en total, y abandonó. Con eso ya sabes perfectamente que le gustaría estar más delgada. De hecho, le gustaría estar como tú. Le encantaría. Lo sabes porque la ves en verano cómo te mira de reojo, con rabia, con odio, lo que viene a ser nuestra tan arraigada envidia. Mira tus piernas y sabe que lo que ve tiene algo que ver con un sacrificio y una disciplina que ella nunca ha sido capaz de respetar. Como no consigue lo que quiere, intenta que nadie lo consiga, o intenta convencerse de que es mejor no conseguirlo y estar todos como ella, qué se yo.

La verdad es que es curioso que tengamos que aguantar tantas veces el rollo de la autoestima, porque yo bien podría empezar a decir “Pero no comáis tantos bollos, que luego os da rabia engordar y en el fondo se os nota que os gustaría tener buen tipo. Dejad de comer bollos una temporada y así estaréis en el peso que queréis y de esta forma centraréis vuestras energías en estar relajadas y felices y no en darme a mí por saco”. Pero eso no se puede hacer, madre mía, sería un escándalo. Esto estaría muy muy mal visto. Decirles eso sería decir la pura y cruda verdad, pero vivimos en una sociedad muy hipócrita, y la verdad no se puede decir. Está prohibido.

Lo que les lleva a ser así de porculeras es la pereza y la falta de ambición. Ya sabemos que yo no soy una top model, y muchas veces veo mujeres que están mucho mejor que yo. ¿Qué hago? ¿Les intento convencer para que se hinchen a bollos? ¿Intento convencerles para que se hinchen a cañas que es lo que a mí me aleja de mantenerme siempre en mi peso ideal? Pues no... Creo que lo que me diferencia de Petardas 1 y 2 es que cuando veo que una chica con una vida parecida a la mía (no valen las que no tienen hijos o las que no curran y tienen “ayuda en casa”) está buenísima, lo que intento es aprender de ella. Ver qué está haciendo para estar así y ver si lo puedo hacer yo. No me jode que otras personas sean ideales. Me admira, me gusta la belleza y me encanta ver cómo la gente se cuida. ¿Cuáles son mis preguntas cuando conozco a alguien así? Pues soy bastante pesada, la verdad. Puede que más pesada que Petardas 1 y 2. Pero mi objetivo es otro, yo quiero aprender, no quiero joder. Pregunto: “¿Y por ejemplo qué sueles desayunar?” “¿Y cenar?” Ese tipo de preguntas. Luego ya en soledad, valoro lo que hace, si es sano o no, si está dentro de mis posibilidades o no, y si puedo hacerlo, lo intento. Atención a que he dicho “lo valoro EN SOLEDAD”. Es decir, no me parece de recibo estar uno diciéndole a una persona si lo que come está bien o no. Esa persona no nos ha pedido consejo, y me parece de muy mala educación empezar con el rollo de las proteinas, las vitaminas y los minerales, cuando yo no soy médico y esa persona tiene más de veinte años y entiendo que tiene acceso a la misma información que yo. De hecho cuando la gente empieza a dar por saco con que si comes o no suficientes nutrientes, yo nunca veo buena voluntad. Sólo veo dos cosas: envidia y mala educación. Es curioso además que ese tipo de comentarios y “buenos consejos” casi siempre vengan de gordas. Una tía con cuerpo atlético va a su rollo, le dan igual tus nutrientes, ella se ocupa de los suyos y de los de sus hijos si los tiene.

Los comentarios de Petardas 1, 2, 3 y 4.... las hay a miles, no se centran sólo en la alimentación y el peso. Claro que no. Este tipo de elementas se meten en todo. Su falta de educación no conoce límites.

El ejemplo que primero me viene a la mente es este:

Petarda 3 te ve bajar las escaleras de tu piso de Alcalá de Henares, donde ya no vives pero que no has vendido. Estás en pleno mes de julio y vas con un vestido de tirantes por encima de la rodilla. Vamos, lo normal para el mes de julio. Petarda 3 está en la puerta de su piso, en la primera planta, hablando con otra vecina. Te ve bajar con tu bronceado dorado, tu vestido de tirantes, y su cara se llena en ese instante de odio (conoces muy bien esa mirada). Te suelta con cara de asco y a modo de crítica: “Qué fresquita vas ¿no?”. “Sí, en verano lo normal es ir fresquita”. Fin de la conversación. Petarda 3 no se ha dado cuenta de que vas exactamente igual de fresquita que ella. Ella lleva un vestido igual: sin mangas y por encima de la rodilla. Si le jode que a ti te quede de lujo y a ella le quede de pena, lo mejor es que cierre la boca no solo a la hora de hablar sino a la hora de comer. ¿Qué quiere? ¿Que las demás vayamos con un jersey de cuello alto en pleno mes de julio para que no nos vea su marido? Dejame en paz, bruja.

Situaciones de estas hay a miles. Por hoy es suficiente pero estoy segura de que conocéis a muchas Petardas de la autoestima y el pudor. Si las sufrís, pasad de ellas. Si eres una Petarda y estás leyendo esto: deja de hacer eso. Déjalo, en serio. Nadie se cree tu rollo de que te preocupe nuestra salud. Te tenemos totalmente calada. Déjanos en paz y preocupate más bien de tu propia felicidad. Mira a ver qué necesitas para ser feliz, para aceptarte, y para aceptar que hay gente que es más atractiva que tú. Y aunque ellas engorden o tú adelgaces, puede que sigan siendo más atractivas que tú, porque ellas se quieren y tú no te quieres a pesar de todo lo que hablas de la autoestima. Si te autoestimaras tanto no te pasarías el día jodiendo ¿no crees?.


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martes, 12 de julio de 2011

Mi viaje por Meetic

Bueno pues aquí nos encontramos, en el siguiente punto. Con 43 años y recién finalizada una relación en la que aún nos amábamos pero que tenía daños estructurales profundos, mi corazón me dijo que no podía más de andar conociendo personas del sexo opuesto y entregándose a un príncipe azul cada cinco años, para descubrir transcurridos dos años o tres que la relación tiene daños estructurales profundos y que debo volver a pasar por otra dolorosa ruptura. Mi corazón está bastante perjudicado ya. No es que esté roto, es que está roto a pedazos por todas partes y vuelto a pegar varias veces, y claro, me da miedo así como está sacarlo a pasear de nuevo. Daos cuenta, cualquier corriente le da tos y se me pone malo otra vez. Realmente no quiero más experiencias emocionales de riesgo. Las de riesgo son esas de “conozco un chico, nos gustamos, y sin tener ni idea de lo que quiere cada uno del otro nos tiramos de cabeza a una relación sin saber si vamos a querer lo mismo o parecido al menos, y Dios proveerá”. Esto es como he llevado las cosas del amor siempre. Y cómo no, siempre me ha salido mal. Sí he sido a veces feliz por el camino pero la hostia final me la he llevado siempre: o me han dejado o no me ha quedado más remedio que dejar, que no es lo mismo pero sí es igual.

¿Qué hace alguien que se encuentra en esta situación mía? Pues rendirse ante la evidencia de que no has sido capaz de encontrar una persona compatible a través de los canales convencionales, y abrirse una cuenta en meetic. Esto lo hice hace tres días, y confieso que no me esperaba que fuera así. Estoy sorprendida y desconcertada por algunos de los aspectos de este mundo del ligue virtual y no sé muy bien por dónde empezar para transmitiros mis impresiones. Voy a intentarlo.

Primero intenté sin foto pero aquí no te hace caso ni el tato, o sólo te hacen caso los frikis o los salidos que quieren follar con lo que sea. Transcurrido sólo un día supe que sin foto era mejor darse de baja, y puse un par de fotos bastante apañadas, que se salvan un poco de mi escasa fotogenia natural.

Aquí buscas tú y/o te buscan ellos. Pones ahí un pequeño testamento de cómo crees que eres y de qué es lo que buscas en la otra persona, y a esperar a que te escriban tíos que encajen en lo que pone ahí que buscas. Esto no sé muy bien porqué lo hacemos porque creo que no sirve para nada. Por ejemplo, yo pongo que me interesa un señor de entre 40 y 50 años, y lo pongo bien claro, pero no faltan tíos de treinta y hasta de 26 años que te escriben. Esta es la prueba de que los hombres son incansables, quieren joderte la vida a toda costa.

Algo que me ha llamado poderosamente la atención es el queso astrológico de meetic. Se repiten los mismos signos zodiacales todo el rato en los candidatos disponibles. Lo que más hay son leos. Si quereis un leo meteos en meetic, en serio, tenéis leos a punta pala. Adelanto aquí que yo antes de meterme en una relación con un hombre Leo, soy capaz de irme con una señora, quedarme soltera toda la vida, meterme en un convento o irme con un piscis de 90 años. Mi aversión a este signo llega hasta esos extremos. No es que no pueda tener amigos Leo, que son adorables el rato que lo son, pero ni con tres botellas de vino se me ocurre a mí volver a poner mi corazón en manos de una de estas piezas. Sin embargo choca que entre todas las invitaciones que recibo en meetic, como mínimo el cincuenta por cierto son de hombres Leo. Ya supongo que te has adelantado a lo que voy a decir: ¿quiere esto decir que los hombres leo acaban generalmente divorciados? Pues hombre..... sí. Les deseo mucha suerte con sus próximas víctimas (sobre todo a ellas les deseo suerte y un buen psiquiatra), y declino amablemente la invitación por la incompatibilidad astrológica aplastante entre Leo y Piscis.

El siguiente signo que me encuentro con mucha frecuencia y por tanto deduzco que de esos hay muchos disponibles (lo sé, soy un hacha), es Géminis. Sólo hay una cosa que me llevaría a empezar una relación con un Leo y es esta: que me pusieran una pistola en la cabeza y me obligaran a elegir entre un hombre Leo y un hombre Géminis. Ante una tesitura tan dramática me iría corriendo al Leo a suplicarle que se casara conmigo en el acto. Firmaría ciegamente amor eterno a un Leo con tal de no tenermelas que ver con uno de estos infieles mentirosillos y cambiantes DE NUEVO. Lo bueno o malo de ser tan vieja es que ya pocas cosas nuevas te puedes encontrar: has pasado por casi todo así que vives con una sensación de deja vu constante. Tu cabeza está siempre “esto lo he vivido ya” “por esto he pasado ya” “uno como este conocí ya...” (el deja vu trasladado a meetic).

Ya supongo que te estarás preguntando “¿quiere esto decir que con un hombre géminis, dada la proliferación de divorciados de este signo en meetic, es muy difícil que la pareja llegue a un final feliz?” Pues hombre..... sí.

Estarás pensando que ahora por fin vienen los signos buenos ¿verdad? Es decir, que después de todos los mails y flechazos de leos y géminis, por fin he encontrado algún cancer, piscis, tauro o virgo que me busca y que encima podría ser una pareja que nos llene de gozo y felicidad a ambos. Pues no, ahora nos quedan otros que no proliferan en meetic tantísimo como los leo, pero sí tanto como los géminis: los acuario. No os hacéis una idea de la cantidad de varones de este signo que tenemos disponibles en meetic. Y sí, me mandan también flechazos y algún mail. Realmente tampoco sorprende mucho que haya tantos acuario en meetic, ya que estos tíos que quedan contigo a las cinco de la tarde, no aparecen y te llaman a las ocho para decirte que es que se han encontrado con un amigo que no veían hace tiempo y se han liado a tomar cañas... ¿donde quieres que estén? Pues libres como pájaros obviamente, así como son ellos, libres. Y que sigan siéndolo por mucho tiempo, yo desde luego no lo voy a remediar. Sólo me faltaba a mí aguantar uno de estos ahora. Sólo lo haría en caso de estar siendo amenazada con una catana en el cuello y que me obliguen a elegir entre un leo, un acuario y un géminis (dudaría entre el leo y el acuario).

¿Y ahora? ¿Vienen ya los signos buenos? Sí, sí, ya ha terminado la criba. Pero te advierto que encontrar un cáncer, piscis, o tauro de más de cuarenta años soltero y en meetic es más dificil que ver a Victor Sandoval relajado. Ya, yo también me he quedado a cuadros al descubrirlo pero es así. Los cáncer continúan con sus parejas, y por lo general también los tauro, los piscis y en definitiva todos los signos buenos. Estos hacen buenos matrimonios y la gente no los suelta para que se vayan a meetic así como así. Pero alguno hay que anda suelto. Después de hacer una buena criba con los candidatos géminis, leo, acuario y algún sagitario que va saliendo (no thanks), he encontrado algunas pequeñas joyas potenciales que he agregado a “mis favoritos”, ya que tengo cero prisa en conocer personalmente a ninguno. De momento estoy con la pre-selección.

Con los signos buenos he tenido alguna comunicación pero mínima ya que como digo, de estos quedan pocos libres:

Un chico de 31 años cáncer. Pongo en mi anuncio que señores de 40 a 50, pero este jovenzuelo ha desafiado las leyes naturales e insistía en que él ha tenido pareja de mi edad y que debemos conocernos ya que a ambos nos gustan los gatos y que además cree que me siento atraída hacia él (este debe ser ascendente leo). Como yo también he tenido pareja de su edad, le he explicado que la diferencia de edad siempre es un problema. Insiste en que él vivía con una mujer de mi edad. Le digo que entonces si tan bien salen las relaciones de ese tipo, me diga porqué no están juntos. Me dice que su ruptura nada tuvo que ver con la edad. Ahí saco mi arma más letal: los chicos de tu edad son de pagar a medias, y ya que mantengo sola a mi hija, lo mínimo es que si me tomo la molestia de salir con alguien a comer o a tomar cañas, me inviten a todo. Huyyyyy, ahí he metido el dedo en la llaga. Silencio administrativo eterno del cáncer. No ha vuelto a aparecer. Cojonudo, mira qué rápido se despachan los asuntos en internet.

Un virgo que está de vacaciones en un pueblecito de de mallorca. Le gustó según él mi “sinceridad descarnada” o algo así, ya no sé si era descarnada, desgarrada o desgarradora. El caso es que le debió gustar lo justo porque no ha vuelto a escribir desde el primer día. Debe estar muy a gusto en el pueblecito de Mallorca. La verdad es que irse a Mallorca para engancharse al Meetic no sería buena señal así que a este aunque esté missing no lo descarto (si asoma claro, que con esto de internet no se sabe). Su mejor baza era la proximidad: vive en mi barrio. Yo ya a lo cómodo, que lo incómodo ya lo he experimentado todo.

Un Tauro que me mandó un mail y le contesté creo que de forma correcta pero no ha vuelto a dar señales de vida. Ya los espanto hasta por mail. No sé si voy a necesitar un copy que me revise los mails antes de enviarlos para que detecte qué es lo que hace huir a los Tauro y borre lo que atrae a los Leo de mi perfil, ya de paso. El Tauro no es que me quitara tó el sentío en las fotos, pero no estaba mal, estaba en el rango de edad de mi público objetivo y además es amante de los gatos, cosa que observo es casi imposible (sólo lo he encontrado en este y en el cáncer que salió corriendo cuando vio que le iba a tocar invitarme). Es una pena esto. Cuando estuve visitando Amsterdam un fin de semana, me sorprendió gratamente ver que en todos los bares había un gato que tenía un sillón para él solo en algún rincón y nadie le molestaba. Eran como pequeños budas peludos durmientes. Aquí al contrario: a todo el mundo le dan asco o miedo o alergia. A mi me da asco o miedo o alergia la gente que maltrata a los gatos.

Aquí teneis un par de fotos de este gato con sillón en propiedad en la terraza del restaurante de su dueño. La saqué en agosto del 2010 en Amsterdam (en Madrid ya lo habrían echado a pedradas y/o ahogado en la bañera).



En cuanto a comunicación interesante con candidatos no ha habido nada más de momento.

Me interesa destacar que aunque he puesto en mi perfil que “si no tienes foto no te molestes en escribirme”, hay un montón de tíos sin foto que me mandan flechazos o mensajes. Esto no deja de desconcertarme y me pregunto si les contestará alguien. O más bien no se habrán leído mi perfil, supongo que ven fotos de tías y mandan flechazos, qué cutres.

Y por último de momento, me choca que hay muchos que ponen una foto en la que están muy serios, con cara incluso de amargados. Mira, yo puedo pasar épocas difíciles pero si me hago un perfil en internet intento poner una foto donde se me vea alegre. ¿Quién va a querer estar con un tío que entre todas sus fotos no tiene ni una en la que no tiene cara de amargura o de mala leche? Si ese es su perfil, cómo será la vida a su lado...

Ah, y un dato importante: los webmasters de meetic te dicen desde la experiencia y desde el cariño también, que si no encuentras a nadie es porque eres demasiado exigente y deberías bajar el listón. Vamos: igual que en la vida real.


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sábado, 9 de julio de 2011

¿Qué es estar en pareja y qué es estar solo?

Estar solo cuesta. A veces cuesta tanto que uno acaba con alguien que al final te hará sentirte más solo de lo que estabas cuando empezaste la relación. Estar solo es estar con alguien durante el año 2010, que España gane el primer mundial por primera vez en la historia y no haberlo visto juntos. Que la nochevieja no la hayáis pasado juntos ni el año nuevo ni la nochebuena ni la navidad ni reyes. Que en tu cumpleaños no te hayan traido ni un detalle de cinco euros ni una flor. Estar solo es que te digan que de las vacaciones podemos pasar juntos tres días, si acaso. Estar solo es irte de viaje nueve días y recibir solamente dos mensajes en el movil. Si estás casi siempre solo es que estás solo y punto, por mucho que creas que tienes pareja, al final hasta tú te das cuenta de que tu pareja es de pega, de mentira, por muy poca inteligencia que tengas, al final hasta tú te das cuenta (toda la gente que te conoce ya se había dado cuenta hace tiempo, claro).

El porqué uno no quiere ver las cosas hasta que ya te las pegan en las narices con superglue, no sé, para mí eso es un misterio. Y otro misterio es porqué el día D es cuando despiertas y te das cuenta tú de lo evidente. Porqué te das cuenta justo ese día y no antes y no más tarde. Ese día justo y preciso y no otro, es el día en que te das cuenta de que durante dos años has hecho el gilipollas. Bueno está bien, son dos años. Podía haber sido peor, veámoslo así.

Ya no confío en conocer a alguien en la piscina ni en el trabajo ni en los bares ni en el supermercado ni en el gimnasio. Quiero la ficha completa antes incluso de tomarme el primer café. Quiero saber si estoy tratando con un egoista que no va a poder involucrarse nisiquiera lo justito ANTES de empezar y no después. De lo contrario, cuando te quieres dar cuenta de con quién estás ya has perdido otros dos años sin encontrar a esa persona maravillosa que yo sé que sí existe. Voy a ver si en meetic la encuentro, además así no tengo que trasnochar ni nada que total para lo que luego se trae una a casa, mejor no salir de ella.

"But it ain't about how hard you hit, it's about how hard you can get hit and keep moving forward".
Rocky Balboa



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viernes, 8 de julio de 2011

No lo hemos cuidado

Las cosas se estropean cuando no se cuidan. Uno se acostumbra a ellas, se acomoda, las da por hechas. Al principio como son nuevas las cuidas mucho y después enseguida te acostumbras a ellas y ya no son nuevas, no te parecen tan bonitas, da uno por hecho que haga lo que haga van a seguir ahí. Como ese día hice tal cosa y seguía ahí... Como tal día dijo que se iba pero siguió ahí... Uno se acomoda.

En qué punto un sentimiento se rompe. En qué punto el daño necesita cuidados urgentes. En qué punto ya no tiene remedio. En qué punto ya es tarde. No se sabe hasta que ya fue tarde. Ya murió. Ya fue. Es ridículo intentar ocultárselo a uno mismo. Uno sabe que aquello que había ya no existe. Se puede echar la culpa a uno de los dos. Se puede, y el otro pensará que es una injusticia, y tal vez lo sea. Ahí ya entra cada uno con su razón. Pero eso va a dar igual porque no va a cambiar nada y no va a recuperar al muerto. El muerto, lo que antes era nuestro amor, está ahí, muerto, totalmente muerto, inerte, frío, duro como los muertos.

¿Porqué uno quiere verlo y otro no? No sé. Tal vez unos tengan más miedo a estar solos. O unos estén más acostumbrados a estarlo que otros. O unos temen más a la hipocresía que a la soledad y otros al contrario prefieren un amor muerto a estar solos. Pero el muerto está ahí y hay que enterrarlo. No se puede andar paseando a un muerto como si aún estuviera vivo y haciendo como que no nos dimos cuenta de que está muerto. Es una locura. No se puede vivir así. A mí la soledad me da miedo, como a todos, pero me da más miedo vivir entre cadáveres. La soledad al menos es real, es mía y está viva, aunque no me guste.

Es tan triste. Duele tanto. Pero se pasa. Lo sabemos porque al final a todo el mundo se le pasa. ¿Pudimos remediarlo? ¿Quisimos remediarlo? ¿o nos daba igual y por eso lo dejamos morir?. Intenté reanimarlo, zarandearlo, hacerle el boca a boca unas cuantas veces, pero fue inútil. Ya no tengo nada más que intentar. No sirve de nada porque le hablo y ya no me oye. La que era yo para él ya no existe. El que era él para mí tampoco. Ya no somos los que conocimos entonces.

Ya no queda mucho más que hacer. Recoger las cosas y marcharse en silencio, cada uno a su soledad, de la que vino. Reencontrarnos cada uno con lo que éramos cuando en vez de dos eramos uno y uno. Reencontrarnos cada uno con el individuo sólo que era, y volver a empezar desde ese punto pero sabiendo más cosas para intentar no volver a equivocarnos. O no volver a equivocarnos tanto.

¿Cuánto dura realmente un amor? Depende, pero no es necesario alargarlos y estirarlos más de lo que dan de sí. La vida es demasiado breve para tener amores pequeñitos y andarlos estirando. Mejor esperar el gran amor o morir sola habiéndolo intentado al menos.


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miércoles, 6 de julio de 2011

Los dueños de la piscina

Vivo en una comunidad de unos 170 vecinos, y tenemos piscina. Al menos eso creía yo.

Justo un día antes de acabar el cole nos fuimos al caribe, en un viaje de en total nueve días fuera de Madrid. Luego al volver, como yo no soy muy piscinera, me he resistido a bajar, pero el lunes bajé, por la niña y por una amiga que vino de visita con sus dos hijos. Mi hija es pequeña, tiene cinco años. La primera experiencia en la piscina tuvo una pega importante. Eran las cinco y media de la tarde cuando bajamos, y la piscina, no muy grande pero tamaño ideal si se sabe convivir, estaba tomada por cinco críos de edades calculo entre once y catorce años (vamos, de los que ya tienen pelillos abajo). Las criaturas a cuál más incívicas (cuatro críos y una cría), saltan, se pasan de un lado a otro, tienen completamente tomada la parte que cubre menos (que es en la que necesitan estar los críos de cinco y siete años como los que íbamos esa tarde). La pandilla esta de chulopiscinas se pelean entre ellos, a hostias, a empujones, a saltos (el agua salpica hasta cuatro metros en la hierba que es donde yo estoy), y mi hija y sus amigos un poco acojonados salen y vienen a decirnos que no pueden jugar. Voy y les digo que jueguen sin molestar a los niños tan pequeños (jueguen, manda huevos, yo con catorce ya estaba ganándome los cuartos dando clases particulares). El socorrista al ver que no están dejando usar la piscina a nadie sin peligro de que te caiga una marsopa encima (el líder de la banda tiene un fuerte sobrepeso), va y les dice que se limiten a monopolizar un lado de la piscina y no toda, para que los niños pequeños puedan jugar y nadar en algún sitio. Nada, ni puto caso, el efecto de la petición dura medio minuto o menos. Al rato nos subimos a casa y ese día tampoco le dí mayor importancia.


Ayer no bajamos a la piscina, y hoy, a las doce de la mañana, preparo a la niña y nos bajamos con los bártulos piscineros, dispuesta a amortizar de alguna forma lo que pago de comunidad, y a que mi hija disfrute.

Al llegar al cesped vemos que está vacía, o casi. Está el socorrista y sólo los cinco críos (con pelillos abajo), del otro día pero sentaditos en la hierba de la piscina. El sólo hecho de verles ya me revuelve las tripas pero entiendo que no vivo en un chalet. Nos ponemos mi hija y yo cerca de la piscina y lejos de la pandilla conflictiva. La niña se va al agua y como está sola y sin amigos pues hace sus pinitos, mira mamá parriba, mira mamá pabajo, vamos que no me dejaba leer tranquila las instrucciones de mi nueva báscula de precisión pero estaba ella tan contenta y yo también. Pero este bello momento estival ha durado un suspiro, cinco minutos. Los intocables de Elliot Ness han visto que reinaba demasiada paz y alegría en su urbanización y eso no lo iban a consentir. Se han metido todos en la piscina, tirándose en bomba por supuesto, y además ocupan toda pero toda la zona que no cubre (como son tan pequeñitos les debe dar miedo lo hondo), y yo no he dicho nada, pero la niña que no es tonta no se quería ver con un cetáceo encima y despacito ha salido y se ha tumbado a mi lado. Desde el cesped, las dos analizábamos al grupo y veíamos que el verano va a ser duro, largo y difícil, (no sé de qué me suena esta frase). En ese momento le digo a mi hija: nos vamos a subir, porque aquí te aburres, no te puedes bañar y no hay niños para jugar. Y me dice ella:
Mamá, pero ese niño gordo porqué no se va?”
No lo sé hija, pero no digas gordo otra vez que se enfada”
Es que es gordo porque ha crecido mucho, pero no me gusta porque nada muy rápido”
Ya, pero no le podemos echar ni regañar porque no hace caso”
A mí no me gustan esos niños”
Ni a mí”

Y me dice ella: “Mamá pero ¿porqué siempre están aquí? ¿duermen aquí por la noche?”

Buena pregunta. Os aclaro que su pregunta va con cero sarcasmo porque es una niña de cinco años y no sabe lo que es el sarcasmo y la ironía. Lo pregunta totalmente en serio. Lógico, nos subimos a las siete y se quedan allí jodiendo, llegas cuando está abriendo el socorrista y ya están jodiendo. Es que es suya la piscina, porque cuando están ellos no se baña nadie. Deberíamos hablarlo en junta y que paguen la comunidad sus papás solitos.


Forma de estar correctamente en la piscina:




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Mi báscula de precisión

Con la idea fundamental de mejorar la estética de mi cuarto de baño, aproveché una oferta de internet y compré una báscula de precisión. Eso fue hace cosa de un mes y medio y llegó ayer. No me gusta mucho leer instrucciones así que me lié a dar botones y como no había forma de enterarme por intuición, tuve que rendirme y leer sólo media página de las quince páginas de instrucciones. Ahí lo tengo para cuando me anime a leer el resto. Bien, entre toquetear botones y leer la media página, ya aquello por fín pesaba mis kilos. Le metí mi estatura: 1,65; edad: 43 (en la báscula es tontería quitarse años); y me subí a pesarme. Lo que me temía, peso mucho más que en mi antigua báscula, en concreto dos kilos más.

Mi antigua báscula y yo estábamos muy compenetradas desde hace unos trece años, cuando la compré. No recuerdo dónde la adquirí pero pudo ser en el Tien 21 que tenía en aquella época debajo de casa. En aquél entonces era blanca, blanco nuclear. A día de hoy es como blanco-amarronado y por mucha lejía que le pases no le devuelves el blanco. Por eso la he cambiado por una más joven. Con mi antigua báscula, yo me miraba al espejo y antes de subirme sabía con precisión casi matemática lo que iba a marcar. Rara vez nos equivocábamos ella o yo. Si yo al salir de la ducha me miraba al espejo y pensaba (mmmmm... 58), me subía, y como mucho 58,200. Tal vez llegue algún día a una relación así de telepática con mi nueva báscula de precisión, pero de momento estamos en la fase inicial de la pareja: nos estamos conociendo.

Pues volvamos a los dos kilos más. Esta nueva báscula no ha entrado en casa con medias tintas, porque de entrada me pone dos kilos más que la otra, lo cual me hace pensar que la antigua se andaba con mentiras piadosas debido a tantos años de amistad. Esta en cambio debe ser alemana y sólo entiende de números, no tiene ningún componente emocional en su mecanismo. Los dos kilos más eran ayer 60,7, que para estar en julio me parece una auténtica putada decirle eso a una señora, pero la nueva báscula me lo soltó sin miramientos. Luego te mide un montón de cosas que os parecerán chorradas pero que eso a mí me emociona. Resulta que entre todos esos 60,7 quilazos, tenía un porcentaje de grasa del 25% y luego nosecuantos otros porcentajes de agua, masa muscular, y densidad osea. Vamos que tengo de todo como los charcuteros. Incluso me dijo finalmente que no estoy gorda, y que debo consumir mil doscientas y pico calorías al día. Vamos mejorando en nuestra relación porque con los 60,7 que me soltó al principio, lo primero que pensé fue en devolverla.

Tras esta primera experiencia con mi nueva báscula, anoté mentalmente sólo el peso de 60,7 kgs. y el porcentaje de grasa del 25%, lo demás se me ha olvidado. Hoy, después de pasarme ayer el día haciendo la dieta Dukan (ayer fue el segundo día) y habiéndome puesto morada de yogures desnatados ya que Alma me aseguró ayer que se puede, me he visto gorda y me he sentido muy gorda al levantarme. Porque a mí el lácteo me hace sentirme gorda, lo asocio con las vacas. Los endocrinos que me quitaron todas las arrobas que me dejó el embarazo, me quitaban lo primero los lácteos. Bien, pues con esta sensación de fracaso invadiéndome, y segura de que seguiría marcando 60,7 como mínimo, me he subido a la báscula de precisión. Inicialmente me ha dado un poco por saco con que si no te marca el peso, que súbete otra vez, que no te reconozco (coño si aquí sólo me he subido yo ¿no eras tan lista?), que vuélvete a subir... (me ha faltado poco para ponerme a saltar encima de la rabia pero me costó unos 28 euros y no quería romperla a saltos con mis 60,7 kilos). Tras estos malentendidos iniciales, finalmente se digna pesarme. ¡Oye sorpresa! ¡60 kilos! Me he quitado 700 gramos y con lácteos. Pero he hecho memoria y ayer me pesé ya desayunada. Aaaaaahhhhh trampa trampa, no vale entonces. Pero lo bueno viene en el segundo dato, el del porcentaje de grasa corporal, que para mí es mucho más importante que el peso. Pues he pasado de 25% a 24,6% de grasa corporal (eso no tiene que ver con haber desayunado, entiendo. ¡¡¡Ahhhhhh qué gustito!!! ¡Me he quitado 400 gramos de grasa! Creo que podemos llegar a llevarnos bien la báscula de precisión y yo. Ahora sí voy a leerme las instrucciones porque tiene que haber forma de que entienda cuando me subo que soy yo y no un vecino o el gato. Mira la otra, la antigua, me reconoce siempre. Pero mira si es mentirosilla que me he subido ahora para probarla y me dice que peso 58, ahhhhhhhhhhh ¡pillina!. ¡Tú lo que quieres es camelarme con bonitas palabras! Le he preguntado que cuál es mi porcentaje de grasa corporal y se me ha echado a llorar de impotencia. Pobrecina, la bajo al trastero, me da pena tirarla y además, vamos a ver lo que dura la nueva con tantos botones y cables que debe llevar en sus entrañas.


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martes, 5 de julio de 2011

¿Se puede estar buena siendo madre soltera de más de cuarenta años?

Vamos a intentarlo compañeras de fatigas. Nunca he sido una belleza y tampoco me ha hecho falta, y nunca he sido una fashion victim, pero sí era (antes de quedarme embarazada), una “estarbuena victim”. No sé si se ha acuñado algún término más adecuado pero este es el que define mi época pre-maternidad. Una época muy larga porque no fui madre hasta los 38 años.

Ser una “estarbuena victim” era bastante esclavo pero como para mí era una pasión, un hobby, no me planteaba lo duro que era. Había que hacerlo y punto. Para ello era necesario ser muy disciplinada (que yo lo era), y no descuidar demasiado tiempo los siguientes aspectos:

  1. La dieta. Me podía dar algunos caprichos de vez en cuando pero todos los días del año me pesaba y tenía que estar entre 55 y 58 kilos. Si subía a 58,5 ya sabía lo que me tocaba: abstención absoluta de cerveza, pan, patatas y otras cosas ricas. Mi alimentación consistiría en verduras, frutas, proteína magra y algún yogur desnatado. Mi único lujo dos tostadas por la mañana con el café (las tostadas integrales y preferiblemente de pan de centeno). Así tenía que estar hasta que volviera a estar como mucho en 57, y después cuidadito de no volver a subir de peso. Ahora estoy en 59 kilos y toda desparramada. Me quité los diez kilos que me quedaron tras el embarazo pero me he ido descuidando otra vez. Acabo de empezar la dieta dukan con mucha convicción. Llamadme ilusa pero quiero volver a estar buena, porqueyolovalgo.
  2. Ejercicio. Esta es la madre del cordero. Cinco días por semana iba al gimnasio y a falta de otra cosa que hacer (aparte del trabajo claro), me tiraba allí dos horas. Me daba igual ir al más caro, total todo el dinero que ganaba aunque no fuera mucho era para mí sola y para mi cuerpo serrano. Como no voy a descubrir América ahora, pasaré de puntillas por este punto que se resume en a) ejercicio cardiovascular; b) fortalecimiento de la musculatura con pesas o ejercicios tipo pilates; c) natación para relajarme y fortalecer la espalda; d) yoga para sobrellevar el estrés de la vida y de estar tan buena; e) spa para obtener la misma finalidad del punto d. Bien, pues ya sabiendo lo que hacía antes, ¿qué ejercicio hago desde hace seis años? Esta es fácil: no hago absolutamente NADA. Eso es, nada de nada. Bueno “no paro en todo el día” como decimos todas las madres, pero que yo sepa poner lavadoras, fregar, recoger, ordenar armarios y comerse las sobras de los peskitos que la niña no quiere, no ha llevado a nadie a tener un buen cuerpo, a no ser que me haya perdido algún estudio de la Universidad de Iowa que demuestre lo contrario, y lo dudo. Dudo incluso de si hay universidad en Iowa. ¿Porqué hemos dejado de hacer ejercicio? Qué pregunta más chorra ¿verdad? En mi caso, madre separada que no recibe un duro de pensión y con poco apoyo de familiares para quedarse con la niña, pues ya me dirás qué hago con la nena mientras voy al gimnasio. Pues bien, para esto hay solución si vives en Madrid. Está el gimnasio Virgin Active que ¡tiene guardería! En agosto me apunto, que ahora estoy sin coche. De ahí no paso. Ya sabía yo lo de este gimnasio pero “ay pobrecita la nena allí sin conocer a nadie, con lo bien que está con su mami”. Ya está bien chicas, las que seáis así como yo que os de pena todo, pensad en que la salud también hay que cuidarla y yo desde luego empiezo a verme toda desparramada y además me duele la espalda por todas partes.
  3. Cremas. Bien, esto nunca se ha demostrado que sirva para algo pero ¿qué mujer presumida puede vivir sin sus cremas? Yo no, desde luego. La de la cara mañana y noche (eso sí, yo siempre he usado la misma por la mañana y por la noche y creo que esto está bien si no tienes mucho dinero para comprar dos). La anticelulítica: dicen a veces que no sirven para nada pero el simple hecho de masajearte las piernas, cadera y barriga con ese mejunje compuesto de cafeina tiene que valer para reafirmar.
  4. Pelo largo por favor, siempre que tu calidad de pelo lo admita. No entiendo porqué todas, o casi todas, caemos en el gran error de cortarnos la preciosa melena cuando estamos embarazadas o cuando ya somos madres. No tenemos bastante con haber quedado sin un minuto para nosotras que encima nos dejamos cortar de un tajo nuestro mayor atributo de belleza. A mí me lo hizo una peluquera a traición estando yo embarazada de cinco meses. Llevaba un pelo por la cintura desde hacía años y le dije a aquella tarada que me “saneara un poco”. Con el atontamiento del embarazo me puse a pensar en mis cosas y cuando volví la mirada al espejo tenía el pelo cortado a la altura del cuello. Esto os juro que es verdad y a esa tía nunca la perdonaré. Ella tenía el pelo corto y claro, quería dejarme hecha un callo y cuando oyó lo de sanear vio el cielo abierto. A día de hoy lo tengo por debajo de los hombros. No veas lo que cuesta recuperar una melena como aquella. Gracias desde aquí a la pirada esa cuyo nombre no diré porque no quiero líos (pero te recordaré toda mi vida nena). Bien, dejando este odio exacerbado a un lado, hay que dejarse el pelo largo otra vez, las que habéis sido de pelo largo. Somos madres, no soldados. Otra cosa es que nos dejemos una melena en plan “voy a la boda de farruquito”. Para evitar eso están las capas y esas cosas. Pero largo, por favor. Corto no le queda bien a casi nadie. La que tenga la suerte de quedarle bien el pelo corto que lo disfrute. Yo con el pelo corto parezco una maruja, y bastante tengo con serlo.
  5. Pintarse. Qué rollo ¿verdad? Sí, la verdad es que después de recoger todos los objetos de diversa procedencia que van dejando por la casa los nenes, ordenar la casa entera, dejarla más o menos limpia y apañada, organizar a tu retoño y tenerlo bien vestido con su ropa limpia y planchada, si es niña con su coletita y horquillitas, tú ya te has duchado, lavado el pelo, secado el pelo, echado crema, te has vestido, ¿le quedan a alguien aún ganas y sobre todo tiempo de embadurnarse la cara de potingues? Comprensiblemente la respuesta es no. Optamos entonces por el look natural (es decir, look “adhefesio”) y nos echamos así a la calle sabiendo que nuestros amigos nos quieren como somos. Bueno sí, nos quieren pero no nos engañemos, por dentro piensan “joder, hay que ver cómo se ha echado a perder esta tía”. No lo dudéis porque lo piensan. ¿Quiere esto decir que tenemos que volver a tirarnos un cuarto de hora delante del espejo hasta salir maquilladas como Cleopatra? La que tenga ganas y tiempo que lo haga, yo la animo y la admiro. Yo no tengo ni ganas ni tiempo. Pero entre ir divinamente pintada e ir con la cara lavada y hecha un horror, he encontrado un termino medio muy cómodo: los polvos de maquillaje. Supongo que los conocéis. Hay de muchas marcas. Yo he probado de Skeyndor y de Avene. Mejor los de Skeyndor pero son 30 euros así que ahora estoy con los de Avene que creo que me costaron 15 euros. Es como una polvera pero los abres y tienen una esponjita con la cual untas una crema espesa y te la esparces con la esponjita por toda la cara. Es muy cubriente pero no te deja hecha un muñeco, da color y además llevan protección solar. Esto me roba un minuto como mucho y me quita el careto de acelga totalmente. Luego un poco de pintalabios (chicas esto tampoco es pa morirse del esfuerzo, venga, un poco de nuestra parte), y con esto ya puedes salir a la calle con buena cara. Hombre y ya con un poco de sombra doradita clara o del color que más te favorezca en los párpados lo bordas pero tampoco es imprescindible.

Bien, pues por hoy ya he compartido muchos de mis propósitos para estar buena, algunos de los cuales ya practico y otros que estoy a punto de empezar a practicar (en concreto el gimnasio que además es el más importante). Ya os contaré en agosto mi vuelta triunfal al gimnasio. Estoy deseando ver esos machos sudorosos entrenando ¡¡¡ohh síiiiiiiiiiii chicas!!!


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