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domingo, 15 de julio de 2012

Las mujeres y el fitness (I)



Ayer fui al gimnasio. El hecho no tendría nada de particular ya que voy cuatro o cinco días por semana, si no fuera porque llevaba tres días sin ir. No tres días planificados de descanso sino tres días con excusas del tipo:

Excusa para Dia 1 sin ir al gimnasio: “Anoche nos tomamos unos vinos y ya no aguanto el alcohol como antes, tengo la cabeza muy pesada y además estoy agotada. Sólo quiero arrastrarme por el mundo cumpliendo mis obligaciones y esperar a que llegue la noche para dormir”.

Excusa para Dia 2 sin ir al gimnasio: Dios mío lo último que me apetece hoy es ir al gimnasio, por un día no pasa nada, de hecho es bueno descansar dos días, así que ya puestos me voy a comer una caja de helados y descanso del todo.

Excusa para Dia 3 sin ir al gimnasio: Madre mía ¡¡¡entre los vinos y tapeo del Dia 1 y los helados del Dia 2 creo que he engordado dos kilos!!! No quiero ir al gimnasio. Voy a hacer hoy dieta depurativa y aprovecho además para poner lavadoras que se me está acumulando trabajo en casa.

Dia 4 (ayer): Fui al gimnasio e hice mi entrenamiento de piernas que es el que tocaba.

Nótese lo peligroso del Día 1 si no se sabe encarrilar el tren de la inercia a tiempo: En principio es razonable que con una semi-resaca no esté uno para ir al gimnasio, pero si permitimos que esto en lugar de un día de descanso sea un cambio de rutina en nuestras vidas, cuando nos queramos dar cuenta podemos llevar un mes sin pisar el gimnasio, y quien dice un mes bien puede decir seis. Esto me ha pasado ya varias veces en el pasado y no quiero que me vuelva a pasar.

Cuando después de ese vino o de esa cerveza o de esa primera copa, vas a por la segunda, recuerda que vas a perder un día de entreno al día siguiente. Lo que elijas hacer ya depende de cómo de importante es para ti tu forma física, irte a la cama sabiendo que has cumplido con tu compromiso de llevar una rutina ordenada de ejercicios… Esto no creo que tenga que suponer volverse una seta total y no salirse de madre de vez en cuando. Pero si el salirse de madre lo convertimos en una costumbre de una vez por semana: en una semana hemos bebido un día en exceso acompañándolo de tapas grasientas, otro día hemos comido seis helados, y tres días hemos faltado a nuestros entrenamientos por “inercia”. Esto, si lo hiciéramos muchas semanas (por ejemplo cada dos semanas), esto sí es una catástrofe. Al menos desde el punto de vista del fitness, que es mi punto de vista en lo que se refiere al cuerpo.

Ahora en verano hay muchas tentaciones en forma de terracitas de bares, tapitas, jarritas de cerveza helada y todo ese entramado maravilloso de la hostelería española estival. Llevamos un duro invierno entrenando y cumpliendo con nuestro objetivo. Seamos inteligentes. Lo podemos pasar muy bien coca cola light en mano o tónica en mano o zumo de tomate en mano. ¿Que no es lo mismo? Sí, ya sé que no es lo mismo, con el zumo de tomate te aseguro que mañana no vas a perder un día de entreno y mucho menos tres días. ¿Te gustan tus abdominales? o  ¿No los ves pero empezaban a asomar gracias a tu esfuerzo y sacrificio de meses? ¿Crees que es inteligente echarlo todo por la borda por ir con la borregada a ponerte morada de pinchos? Pues no, ya sabemos que no lo es.

Me estoy dirigiendo como se ha podido adivinar, a esa mujer (u hombre), que le da mucha importancia a su cuerpo desde el punto de vista de salud y estética. Por estética no entiendo yo ir con siete capas de maquillaje, faja, un montón de collares, uñas postizas y tacones de plataforma gigante que no te dejen ni caminar. Yo a veces llevo algún artilugio de estos (me encantan las uñas postizas), pero creo que la persona que realmente se cuida, se cuida lo que viene a ser el cuerpo y no llenándolo de artilugios para que no se le vea.

Veo muchas mujeres de mi edad (tengo 44), que parece que hace años ya decidieron echarse a perder y no cuidarse absolutamente nada. Hacer ejercicio para ellas consiste en ir andando a por el pan. Ponen como excusa los niños, la casa o el trabajo. No me sirve. Ahora obviamente como estoy en paro tengo tiempo para ir a entrenar. Me ocupo sola de mi hija, estoy separada y no tengo dinero para pagar canguros. No, no tengo la típica mamá que se queda con mi hija cuando yo quiero. Antes de quedarme en paro, a pesar de esto, sacaba tiempo para hacer ejercicio. Al gimnasio no podía ir, pero a la hora de comer iba a pilates tres días por semana. Esos tres días, como sólo tenía una hora para comer volvía y me comía un sándwich en mi puesto. Sí: para mí hacer ejercicio es tan importante como comer. Cuarenta y cinco minutos de pilates y un sándwich con pan integral, tomate, pavo, y unas nueces, le va a hacer mucho mejor servicio a tu cuerpo que estar todo el día sentada sin moverte más que para ir al coche, y entre medias meterte un plato de albóndigas “super sanas” para el cuerpo.  Claro, esto requiere tesón, esforzarse, espíritu de sacrificio. Pero si no estás dispuesta a sacrificarte por tu propia salud y por evitar el deterioro prematuro de tu cuerpo ¿qué se te puede pedir?



Reconozco que yo soy un desastre para el tema de ir arreglada. Cuando iba a trabajar veía mujeres arregladísimas con mucho maquillaje, accesorios, uñas perfectas, taconazos y un largo etcétera. Lo más admirable de todo es que muchas se levantan quince minutos antes para peinarse, pasarse el cepillo con el secador para alisar el pelo (brushing), o la plancha. Todo este arreglo les puede llevar cada mañana fácilmente media hora (por mucho que digan que son cinco minutos). Eso sí, cuanto más abalorio peor las carnes. Llegan a los treinta y cinco y a no ser que tengan una genética privilegiada (de estas hay algunas), por lo general todo les cuelga, todo se cae, todo ha ensanchado y sigue ensanchando sin tregua… No sé, me parece bien. Si son felices me parece bien. Imagino que se ponen todas esas cosas por la mañana y se ven monas (que con tanto arreglo algunas lo están a pesar de no cuidarse nada), y ya se van felices al mundo.




Fotografía de Cindy Sherman





A mí eso no me sirve. No me vale porque yo necesito verme bien ANTES de ponerme todo ese rollo. Antes incluso de peinarme. De hecho rara vez me peino. Vamos, que me paso el peine de púas anchas por el pelo secado al aire y así se queda: unas veces mejor y otras peor. Pero no podría incorporar a mi rutina diaria el rollo del secador o la plancha. Paso. De la misma manera que tampoco aguanto la sensación de recién levantada y duchada pringarme toda la cara de maquillaje. Esa piel recién despertadita, que se siente tan limpia y tan relajada con su cremita hidratante: ¿cómo voy a pringarla toda de porquería tan temprano y para todo el día? Impensable. Abalorios sí, me gusta llevar, pero tampoco me va  la vida en ello.

La vida sí me va en la dieta y el ejercicio, que para mí es gimnasio y para otras puede ser natación, gim jazz, karate, yoga, tenis, o lo que sea. Cuatro días por semana MÍNIMO hay que hacer ejercicio (ejercicio que no sea “voy andando a por el pan”, se entiende). 





Por ejercicio tampoco entendemos “salgo dos noches por semana a bailar salsa”. Está bien que salgamos a bailar en lugar de a ponernos morados de copas hablando en un sitio donde no se puede hablar de lo alta que está la música, pero salir dos noches a bailar salsa no se considera una rutina de ejercicios, bajo mi punto de vista.

Otro día quiero hablar de porqué para mí lo mejor a mi edad es el entrenamiento con pesas, por encima de otras modalidades de ejercicio que he probado a lo largo de mi vida, y a pesar de tener espondiloartrosis anquilosante degenerativa, que por mis huevos no va a degenerar más porque la voy a sujetar con mis músculos. Aclaro que la artrosis fue antes de las pesas y no al contrario, para las que ya estaban buscando más excusas para seguir en el sofá comiendo helados.


Me interesan mucho tus experiencias y opiniones sobre este tema. Desde España, desde América Latina o desde donde quiera que estés, te pido que compartas tus comentarios. ¡Escribe lo que estás pensando! Con educación y respeto por favor.

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