Ayer fui al gimnasio.
El hecho no tendría nada de particular ya que voy cuatro o cinco días por
semana, si no fuera porque llevaba tres días sin ir. No tres días planificados
de descanso sino tres días con excusas del tipo:
Excusa para Dia 1 sin
ir al gimnasio: “Anoche nos tomamos unos vinos y ya no aguanto el alcohol como
antes, tengo la cabeza muy pesada y además estoy agotada. Sólo quiero
arrastrarme por el mundo cumpliendo mis obligaciones y esperar a que llegue la
noche para dormir”.
Excusa para Dia 2 sin
ir al gimnasio: Dios mío lo último que me apetece hoy es ir al gimnasio, por un
día no pasa nada, de hecho es bueno descansar dos días, así que ya puestos me
voy a comer una caja de helados y descanso del todo.
Excusa para Dia 3 sin
ir al gimnasio: Madre mía ¡¡¡entre los vinos y tapeo del Dia 1 y los helados
del Dia 2 creo que he engordado dos kilos!!! No quiero ir al gimnasio. Voy a
hacer hoy dieta depurativa y aprovecho además para poner lavadoras que se me
está acumulando trabajo en casa.
Dia 4 (ayer): Fui al
gimnasio e hice mi entrenamiento de piernas que es el que tocaba.
Nótese lo peligroso del
Día 1 si no se sabe encarrilar el tren de la inercia a tiempo: En principio es
razonable que con una semi-resaca no esté uno para ir al gimnasio, pero si
permitimos que esto en lugar de un día de descanso sea un cambio de rutina en
nuestras vidas, cuando nos queramos dar cuenta podemos llevar un mes sin pisar
el gimnasio, y quien dice un mes bien puede decir seis. Esto me ha pasado ya
varias veces en el pasado y no quiero que me vuelva a pasar.
Cuando después de ese
vino o de esa cerveza o de esa primera copa, vas a por la segunda, recuerda que
vas a perder un día de entreno al día siguiente. Lo que elijas hacer ya depende
de cómo de importante es para ti tu forma física, irte a la cama sabiendo que
has cumplido con tu compromiso de llevar una rutina ordenada de ejercicios…
Esto no creo que tenga que suponer volverse una seta total y no salirse de
madre de vez en cuando. Pero si el salirse de madre lo convertimos en una costumbre
de una vez por semana: en una semana hemos bebido un día en exceso
acompañándolo de tapas grasientas, otro día hemos comido seis helados, y tres
días hemos faltado a nuestros entrenamientos por “inercia”. Esto, si lo hiciéramos
muchas semanas (por ejemplo cada dos semanas), esto sí es una catástrofe. Al
menos desde el punto de vista del fitness, que es mi punto de vista en lo que
se refiere al cuerpo.
Ahora en verano hay
muchas tentaciones en forma de terracitas de bares, tapitas, jarritas de
cerveza helada y todo ese entramado maravilloso de la hostelería española
estival. Llevamos un duro invierno entrenando y cumpliendo con nuestro
objetivo. Seamos inteligentes. Lo podemos pasar muy bien coca cola light en
mano o tónica en mano o zumo de tomate en mano. ¿Que no es lo mismo? Sí, ya sé
que no es lo mismo, con el zumo de tomate te aseguro que mañana no vas a perder
un día de entreno y mucho menos tres días. ¿Te gustan tus abdominales? o ¿No los ves pero empezaban a asomar gracias a
tu esfuerzo y sacrificio de meses? ¿Crees que es inteligente echarlo todo por
la borda por ir con la borregada a ponerte morada de pinchos? Pues no, ya
sabemos que no lo es.
Me estoy dirigiendo
como se ha podido adivinar, a esa mujer (u hombre), que le da mucha importancia
a su cuerpo desde el punto de vista de salud y estética. Por estética no
entiendo yo ir con siete capas de maquillaje, faja, un montón de collares, uñas
postizas y tacones de plataforma gigante que no te dejen ni caminar. Yo a veces
llevo algún artilugio de estos (me encantan las uñas postizas), pero creo que
la persona que realmente se cuida, se cuida lo que viene a ser el cuerpo y no
llenándolo de artilugios para que no se le vea.
Veo muchas mujeres de
mi edad (tengo 44), que parece que hace años ya decidieron echarse a perder y no
cuidarse absolutamente nada. Hacer ejercicio para ellas consiste en ir andando
a por el pan. Ponen como excusa los niños, la casa o el trabajo. No me sirve.
Ahora obviamente como estoy en paro tengo tiempo para ir a entrenar. Me ocupo
sola de mi hija, estoy separada y no tengo dinero para pagar canguros. No, no
tengo la típica mamá que se queda con mi hija cuando yo quiero. Antes de
quedarme en paro, a pesar de esto, sacaba tiempo para hacer ejercicio. Al
gimnasio no podía ir, pero a la hora de comer iba a pilates tres días por
semana. Esos tres días, como sólo tenía una hora para comer volvía y me comía
un sándwich en mi puesto. Sí: para mí hacer ejercicio es tan importante como
comer. Cuarenta y cinco minutos de pilates y un sándwich con pan integral,
tomate, pavo, y unas nueces, le va a hacer mucho mejor servicio a tu cuerpo que
estar todo el día sentada sin moverte más que para ir al coche, y entre medias
meterte un plato de albóndigas “super sanas” para el cuerpo. Claro, esto requiere tesón, esforzarse,
espíritu de sacrificio. Pero si no estás dispuesta a sacrificarte por tu propia
salud y por evitar el deterioro prematuro de tu cuerpo ¿qué se te puede pedir?
Reconozco que yo soy
un desastre para el tema de ir arreglada. Cuando iba a trabajar veía mujeres
arregladísimas con mucho maquillaje, accesorios, uñas perfectas, taconazos y un
largo etcétera. Lo más admirable de todo es que muchas se levantan quince
minutos antes para peinarse, pasarse el cepillo con el secador para alisar el
pelo (brushing), o la plancha. Todo este arreglo les puede llevar cada mañana
fácilmente media hora (por mucho que digan que son cinco minutos). Eso sí, cuanto
más abalorio peor las carnes. Llegan a los treinta y cinco y a no ser que
tengan una genética privilegiada (de estas hay algunas), por lo general todo
les cuelga, todo se cae, todo ha ensanchado y sigue ensanchando sin tregua… No
sé, me parece bien. Si son felices me parece bien. Imagino que se ponen todas
esas cosas por la mañana y se ven monas (que con tanto arreglo algunas lo están
a pesar de no cuidarse nada), y ya se van felices al mundo.
Fotografía de Cindy Sherman
A mí eso no me sirve.
No me vale porque yo necesito verme bien ANTES de ponerme todo ese rollo. Antes
incluso de peinarme. De hecho rara vez me peino. Vamos, que me paso el peine de
púas anchas por el pelo secado al aire y así se queda: unas veces mejor y otras
peor. Pero no podría incorporar a mi rutina diaria el rollo del secador o la
plancha. Paso. De la misma manera que tampoco aguanto la sensación de recién
levantada y duchada pringarme toda la cara de maquillaje. Esa piel recién
despertadita, que se siente tan limpia y tan relajada con su cremita
hidratante: ¿cómo voy a pringarla toda de porquería tan temprano y para todo el
día? Impensable. Abalorios sí, me gusta llevar, pero tampoco me va la vida en ello.
La vida sí me va en la
dieta y el ejercicio, que para mí es gimnasio y para otras puede ser natación,
gim jazz, karate, yoga, tenis, o lo que sea. Cuatro días por semana MÍNIMO hay
que hacer ejercicio (ejercicio que no sea “voy andando a por el pan”, se
entiende).
Por ejercicio tampoco entendemos “salgo dos noches por semana a
bailar salsa”. Está bien que salgamos a bailar en lugar de a ponernos morados
de copas hablando en un sitio donde no se puede hablar de lo alta que está la
música, pero salir dos noches a bailar salsa no se considera una rutina de
ejercicios, bajo mi punto de vista.
Otro día quiero hablar
de porqué para mí lo mejor a mi edad es el entrenamiento con pesas, por encima
de otras modalidades de ejercicio que he probado a lo largo de mi vida, y a pesar de tener espondiloartrosis anquilosante degenerativa, que por mis huevos no va a degenerar más porque la voy a sujetar con mis músculos. Aclaro que la artrosis fue antes de las pesas y no al contrario, para las que ya estaban buscando más excusas para seguir en el sofá comiendo helados.
Me interesan mucho tus experiencias y opiniones
sobre este tema. Desde España, desde América Latina o desde donde quiera que
estés, te pido que compartas tus comentarios. ¡Escribe lo que estás pensando!
Con educación y respeto por favor.
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