Muchas son las cosas que Facebook me ha aportado desde que abrí mi cuenta inocente de mí,
un día cualquiera allá por el 2008. La cosa empezó porque me llegó al mail de
yahoo un correo de Alma García y aquello para abrirlo y terminar de verlo te
obligaba a dar de alta un perfil en Facebook, cosa que hice. Al principio mi
perfil era una cosa sin foto y sin nada. Como soy una persona con cierto afán
exhibicionista (si no no tendría un blog), enseguida puse foto y ya el resto lo
sabéis todos los que tenéis Facebook. Me puse a vivir una vida paralela a la
mía. Tenía mi vida real, la de siempre, y mi vida de Facebook. Las dos vidas se
iban entrelazando a ratos y competían por ver cuál era la vida más interesante,
más enriquecedora, más ¿real? ¿Realmente la vida de Facebook no es real? En mi
caso desde luego si no fuera porque mi hija está en mi vida real, diría que la
vida de Facebook es más enriquecedora que la real. O lo era hasta hace un par
de meses: hasta que se fue Diana.
No sé
cuánto tiempo llevaba yo en Facebook cuando me “amistó” Diana. Algo así como
año y medio puede ser. Es amiga personal de un tipo de Facebook que fue jefe
mío hace años y al que no soporto (de hecho al final tuvimos una bronca
descomunal en su muro y le acabé bloqueando por no tener que leerle), pero en
cualquier caso este individuo me sirvió para conocer a Diana. Por algún
misterioso motivo ella es muy amiga de este hombre. Vamos, se conocen desde la
universidad.
Para comprender lo que ha significado para mí esta mujer,
habría que colgar aquí los miles de párrafos tanto en muro como privados que
hemos intercambiado y sus miles de comentarios ingeniosos, cosa imposible. Su
talento como escritora es insuperable, y no es escritora, para desgracia del
mundo literario, ya que si esta mujer no se decide algún día a escribir un
libro, todas esas narraciones se habrán perdido en los muros de Facebook, junto
con sus cartas privadas que por muy apasionantes que sean dudo que queden para
ilustrar a futuras generaciones.
Ella más que escribir, pinta cuadros con las palabras, con
las frases, con los párrafos. Mete unos rollos impresionantes eso sí. Para
contarte una cosa que podría expresarse en tres líneas te envía siete párrafos,
cosa que agradeces porque ni una línea sobra. Cada detalle te llega a través de
su escritura como si realmente hubieras estado allí. La imaginas perfectamente
peleando con tal pariente o con tal funcionario, defendiendo como una leona los
intereses de sus cuatro hijos, a los que ha criado sola y aguantando golpes de
un marido que por fortuna finalmente la dejó permitiendo así que por fin
pudiera esta mujer compartir su talento con el mundo.
Ella es argentina. Confieso que hasta conocerla nunca había
tenido mucho aprecio a los argentinos en general porque aquí tienen fama de
snobs. Sí, Diana es snob. Pero se le perdona todo.
Nuestra infancia, entorno familiar, adolescencia y juventud,
tenían elementos muy parecidos. Nos contábamos en mensajes privados nuestras
vidas respectivas, y ella decía que éramos hermanas. Todas nuestras
experiencias mutuas eran comprendidas desde el fondo del corazón de la otra,
porque habíamos pasado por lo mismo… o casi por lo mismo. Sólo tú entiendes tu
vida porque sólo tú la has vivido ¿verdad? Pues esa es la unión que se da cuando
encuentras a alguien que ha vivido lo mismo. La infancia y adolescencia de Diana
eran tan similares a la mía que escribirnos y leernos
nos hacía mucho bien, ya que de pronto alguien ahí, en el otro lado del mundo,
entiende tus dolores de la infancia, de la adolescencia, tus soledades, tus luchas.
La niña que fui encontró una mejor amiga en la niña que ella fue. Los detalles
de las vidas de aquellas niñas quedan para nosotras.
Nos contábamos todo, y a lo largo de los años desde que nos
conocimos, nos fueron pasando cosas. A ella unas cosas, a mí otras. Y nos las
contábamos. Nos aconsejábamos, nos pedíamos consejos, nos apoyábamos, nos
animábamos, llorábamos juntas por mensajes de Facebook, con lágrimas hechas de
la misma agua y de la misma sal, las suyas rodaban por su mejilla en algún
lugar de Argentina, cerca de Chivilcoy, las mías rodaban por mi mejilla en
algún lugar de España, cerca de Madrid.
También nos reíamos mucho, muchísimo. A veces debíamos parecer dos
locas, cada una en su casa delante del ordenador (la PC le llama ella), mirando
la pantalla y a punto de rodar por el suelo de la risa.
Cuánto bien me han hecho esos ratos de risas que nos
llevaban hasta el dolor de costillas. Llorábamos a veces de rabia, otras de
tristeza y muchas muchas veces llorábamos de la risa. Sólo alguien brillante como
ella te puede hacer reír así.
En esos años en que
chateábamos (o más bien éramos de mensajes largos), como digo algunas cosas
cambiaron en nuestras vidas, en ambos casos a mejor.
Diana adelgazó nosecuántos quilos y por fin encontró el
amor. Es probable que sea el amor de su vida, suponiendo que el amor de la vida
exista cosa que yo dudo pero ya vemos que alguna gente lo encuentra, o
encuentra algo a lo que se le puede llamar así. Ella parece que lo ha
encontrado.
Ella ya no tenía tanto tiempo para el Facebook porque
obviamente entre los cuatro hijos y su nueva pareja ya bastante tenía para
atender en su vida real. Yo me alegraba mucho por verla tan feliz, y aunque ya
nuestras charlas eran breves, me alegraba ver algún comentario o dos que
colgaba cada día en algún muro, ya que por breves que fueran sus aportaciones,
su ingenio y su maestría a la hora de escribir la cosa más trivial nunca te
dejaba indiferente.
Ya en la última época nos comunicábamos mucho menos. Los
mensajes privados fueron espaciándose hasta casi dejar de existir, pero daba
igual porque yo seguía aquí y ella me veía, y ella seguía allí y yo la veía, y
lo importante de los amigos es eso ¿verdad?, que estén, que existan.
Obviamente yo a casa de Diana no me puedo ir a tomar un café
porque vive en Argentina, ni siquiera ya cerca de Chivilcoy sino que se mudó
creo que a BA o cerca de BA cosa que a mí realmente me va a dar igual porque me
pilla igual de lejos. Con esas distancias, en el único sitio donde tenía que
estar era en Facebook. Con eso bastaba. Al fin y al cabo nunca tuvimos otra
cosa. Por supuesto fantaseamos muchas veces con la idea de algún día tomar una deliciosa taza de té juntas, en un juego de té exquisito.
Un día entré en Facebook y ya no estaba. No, no me había “desamigado”,
simplemente se había ido. Cerró su cuenta y se fue. Me envió un mail
explicándome que había tenido algún problema y que además esto del Face le
ocupaba demasiado tiempo. También añadió que seguiríamos comunicándonos por
mail. No nos hemos comunicado por mail. Ahí reconozco que yo he sido la
culpable. Tengo ya demasiados frentes abiertos que me roban tiempo en internet,
entre el Facebook, los mails relacionados con gestiones necesarias de la vida,
la cuenta del banco, las gestiones
varias que hay que hacer por internet, el whatsapp, etc., como para añadirle
ahora más deberes. Tal vez fue un poco de rabieta infantil lo mío, pero pensé
mira se fue así que ya volverá y si no pues ya me contarán de vez en cuando las
niñas. Me refiero a sus preciosas gemelas de 21 años que tengo en Facebook
(gracias chicas si leéis esto).
Total que como digo, Diana ya hace un par de meses o tres
que no está en Face. No sé exactamente cuánto, perdí la cuenta. ¿Consecuencia?
Facebook es un coñazo, un muermo, un peñazo soberano, un tostón. Ya sólo lo uso
para colgar fotos de esas que “compartes” de otro muro. Y ya.
En serio lo cerraría, pero de verdad, lo cerraría, si no
fuera porque algunos contactos que tengo tanto personales como potencialmente
profesionales, están en Facebook y no los tengo en ningún otro lado, con lo
cual es una herramienta que hay que tener abierta.
Sin embargo desde que se fue esta mujer, desde el punto de
vista de riqueza de debates, charlas, conversaciones, comentarios y todo ese
mundo del diálogo escrito que puede darse en un muro de Facebook… eso ya no
existe. Murió.
No sé si aquellas charlas volverán. Yo sigo aquí aunque
tampoco soy la misma (el tiempo pasa para todos y si no somos muy tontos nos va
cambiando un poco). Tal vez ya es hora de pasar a otra etapa y aquello marcó
una época de nuestras vidas que ya fue. Pero antes de cerrar aquel capítulo por
completo sentía la necesidad de hacerle a aquella época de charlas interminables
un pequeño homenaje, y ya que la palabra escrita es lo que nos unió, con la
palabra escrita va este pequeño homenaje para mi querida amiga Diana. Que Dios
te guarde siempre Dianita, a ti y a los tuyos.
Hola hispanohablante. Me interesan mucho tus experiencias similares y tus opiniones. Desde España, desde América Latina o desde donde quiera que estés, te pido que compartas tus comentarios. ¡Escribe lo que estás pensando! Con educación y respeto por favor.
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