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lunes, 9 de julio de 2012

Cómo establecer prioridades



Soy una persona con un índice de estrés bastante elevado. Da igual que tenga mucho que hacer o poco. Si no tengo mucho que hacer me impongo mucho que hacer. Ahora, por ejemplo, estoy en paro. Pues tengo mucho que hacer. Más que antes. Por cierto, se ofrece profesora titulada de Inglés, preferiblemente en la zona Noroeste de Madrid.

Vuelvo al tema: como decía, me impongo muchas obligaciones. Esto es bueno y es malo. Es bueno porque no se me puede tachar de vaga o de vivalavirgen o de estar a verlas venir. Planifico cada día para ver todo lo que puedo mejorar en mi casa, en la vida de mi hija y en la mía, hago listas, y después lo llevo todo a cabo. Cada día, eso sí,  me salgo completamente del orden de lista, pero al final termina casi todo hecho y lo que no está hecho pasa a la lista del día siguiente.



Lo que me estresa no es el hecho de tener que hacer muchas cosas, sino las dudas a la hora de establecer las prioridades. Últimamente estoy poniendo en práctica un truquillo que parece que funciona. Os lo cuento:

Donde yo vivo, como en cualquier pueblo un poco grande, hay cementerio. Para ir desde mi casa a muchos sitios, como por ejemplo la casa de mi madre o Carrefour, cojo una carreterilla que pasa por el cementerio. El camposanto está bastante pegado a la pequeña carretera, de manera que ves las cruces de las tumbas al pasar a poco que gires la cabeza. Yo la giro siempre, dentro de los límites que me permite la prudencia al volante. O como mínimo vuelvo los ojos hacia ese lado y alguna tumba que otra siempre veo. ¿Porqué lo hago? No sé.

Puede que todo venga de algo que leí en algún momento, hace muchos años y no sé exactamente en donde. Lo que leí era que todos vamos a acabar bajo tierra y que por tanto es muy buena idea ir de vez en cuando a un cementerio y quedarse mirando las tumbas, para darnos cuenta de que todos, absolutamente todos vamos a dar con nuestros huesos bajo tierra. Mis doloridos huesos, ay. La persona que escribió esto y que siento mucho no recordar quién era, hablaba de Alejandro Magno y de todo lo que consiguió. Este hombre, Alex, parece ser que conquistó medio planeta (disculpad mi falta de cultura pero es aplastante), y para conquistar medio mundo de aquel entonces que debió ser hace la torta, no reparó en daños a la hora de cargarse a todo el que pillaba por delante, quemar aldeas, matar amigos y parientes, dejar que sus soldados violaran a todo quisqui, en fin lo que viene a ser la típica película de batallitas antiguas pero fuera de la tele. Por favor téngase en cuenta que en el medio mundo que conquistó este hombre no estaba América porque eso se descubrió después. Bueno, se descubrió o se encontró, porque el caso es que cuando llegaron allí las carabelas allí ya había un puñado de gente, que ahora están la mitad aquí y en cambio la mitad de los que estaban aquí están ahora allí. Cosas de la historia que hace que todo vaya cambiando de sitio por eras, como cuando te da cada verano por cambiar de sitio los muebles.

Sí, ya sé que me desvío del tema pero estoy trabajando para corregirme en esto también. Volviendo al tema, resulta que Alejandro era un verdadero cretino, pero claro este hombre tenía una prioridad, que era conquistarlo todo. Y desde luego en lo que se refiere a su objetivo era eficaz. Se le pueden echar en cara muchas cosas pero no que incumpliese sus objetivos. Sin embargo, parece que Alex al final de sus días y según el texto que leí, se dio cuenta de lo estéril que había sido su vida, porque había conquistado medio mundo, era el amo de todo lo conocido, todo el mundo le tenía miedo y sin embargo con un pie en la tumba vio que a pesar de todos sus logros iba a palmarla y que todo lo que había conquistado no le iba a servir para salvarse de su destino que era exactamente el mismo que el de toda la gente que había sido conquistada por él.

¿Cómo podría haber sido más feliz Alejandro? Se podía haber tomado unas cañas y unos huevos rotos en La Marcela y haberse relajado un poco, pero no habían puesto La Marcela todavía así que por ese lado lo tenía jodido. Pero Alex podría haber elegido establecer de otra forma sus prioridades, y nosotros hoy en día también.


Cuando tienes una lista de veinte cosas por hacer, algunas está claro que hay que hacerlas primero sin necesidad de echarle un vistazo al cementerio: por ejemplo la declaración de la renta si estás en Mayo, si estás en Julio encargar los libros escolares para Septiembre, si estás en el mes que sea  llevar al niño al médico si tiene fiebre, hacer la compra porque tienes la cocina vacía (por vacía no entendemos que te falta papel de cocina ya que el papel higiénico se puede entender como una prioridad absoluta, el papel de cocina no). Sin embargo a veces, una vez concluidas estas tareas vitales como es comprar papel higiénico, te queda una lista de quince cosas y todas parecen importantes y quieres hacerlas todas hoy, pero no hay tiempo para hacerlas todas hoy, y ahí llega el estrés. No puedes hacerlas todas hoy y te cuesta establecer prioridades. Muy bien, pues ahí, ahí mismo es donde entra el cementerio. Le echas un vistazo al pasar o simplemente echas un vistazo al rincón de tu cerebro donde tienes almacenada la imagen del cementerio que ves casi a diario. Y piensas: voy a acabar ahí, y desde esta perspectiva, de todo esto que hay en mi lista ¿qué es lo más importante? Muy bien, pues lo primero que viene a mi mente después de hacerme esa pregunta es lo que hago primero. Tomate, querido lector, un minutos para mirar la foto que pego a continuación y sentir lo que te transmite. Tras un minuto o dos mirándola, tendrás claras tus prioridades para hoy.




¿Mejor? Me alegro. Ahora vuelve conmigo.

También lo interesante es que cada uno tiene sus prioridades muy particulares y además estas pueden cambiar por días. Vamos, que hay días que si crees que vas a morir mañana, lo absolutamente vital puede ser pintarte las uñas de fucsia, comerte un helado de chocolate blanco, depilarte, leer el Lazarillo de Tormes, echar un polvo o ver Salvame. O si te pilla en un día muy maternal puede que dejes todo lo de la lista y vayas a ver Ice Age 4 con la niña o el niño o los niños según la camada de cada cual. Reitero que para las cosas que son absolutamente necesarias para el correcto funcionamiento de un hogar, no es necesario mirar las tumbas (absolutamente necesarios son el papel higiénico, leche, zumo, manzanas, huevos, toallitas desmaquillantes, etc…). Pero cuando ya entramos en priorizar las tareas secundarias, esto puede ser de gran ayuda.

Yo querría ser incinerada ya que estamos con el tema. No sé si esto será más barato o más caro pero ahí queda escrito.

Como vemos es un pequeño truco, es gratis, y sin embargo nos puede evitar cierta cantidad de estrés innecesario y ayudarnos a la hora de establecer las prioridades. Me da pena por Alejandro (magno), que no lo conocía pero claro, es porque el autor este que recomendaba visitar cementerios y cuyo nombre he olvidado no existía todavía. Probablemente era americano y como América no había sido aún descubierta, Alejandro no pudo tener acceso a su obra, y en cualquier caso el autor no habría nacido, y en cualquier caso Alejandro se lo habría cargado y no tenía tiempo para leer mucho. Nosotras tampoco pero leer mucho está sobrevalorado, creo yo.

Conozco a esa gente que lee mucho. “Es que yo leo mucho”. Ahá. “¿Y a quién estás ayudando con eso?”. Una cosa es leer, pero el que lee y lee compulsivamente y sólo lee… ¿qué nos aporta al resto?. Desde mi humilde y muy criticable opinión, un gran lector no hace un gran padre ni un gran marido ni un gran amigo ni un gran nada. Hace un tío que está enfrascado en su libro y no sabe que no queda papel higiénico salvo cuando va a limpiarse el culo y en ese momento te culpa a ti del hecho fatídico, porque no lees y según él, como no lees deberías al menos comprar papel higiénico para limpiar su culo de lector.





Luego está el que ha leído cuatro libros y presume de leer mucho. Eso ya es peor. No compra papel higiénico y ni siquiera lee. Líbrenos la virgen del petulante desabastecido.

Bien, pues creo que ya ha quedado aceptablemente descrito mi truco para priorizar y lo dejo ahí. Cuando la renta está hecha, la nevera llena y los niños atendidos, prioricemos con el alma. El cuerpo tarde o temprano se va.


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