Apuntate aquí si te interesa seguir este blog

domingo, 12 de agosto de 2012

El mes que perdí mi cuerpo




Todo iba muy bien porque tras el todo incluido de diez días resulta que por arte de magia sólo había engordado un kilo y además al volver a Madrid me pegué tres días seguidos de gimnasio con la Noe, así, si parar y sin piedad ninguna.  Todo aliñado con nuestra dieta correspondiente que como todos ya sabemos consiste en pavo, piña arroz y tortas de arroz. Y en plan vamos a volvernos locos, una fanta zero de vez en cuando. Pues muy  bien, en esto andábamos en Madrid y todo volvía más o menos a su cauce (por todo me refiero sobre todo a la tripa que es la primera que se sale del cauce en cuanto la dejo sin vigilancia). Pero de pronto llegó Asturias.
He de decir que yo esta vez vine a Asturias con toda la intención de ser una niña muy buena. Me proponía hacer dieta, entrenar en el gimnasio de Noe, y luego en Infiesto me proponía seguir la dieta y entrenar en el polideportivo de Infiesto. Por favor no vale reírse todavía, al menos esperar a leer el desenlace ¿vale?
Paso a describir la dieta que me había propuesto para estos siete días en Asturias:

Pollo
Pavo
Arroz Integral
Tortas de Arroz
Piña
Café
Leche de Soja
Huevos
Y ya

Ahora paso a describir la dieta que he seguido estos siete días en Asturias:

Tortas de Arroz (gracias Noe por tu interminable provisión de tortas de arroz)
Cerveza
Jamón
Empanada
Helado de turrón
Helado de arco iris
Magnum
Paella
Pan chapata
Panecillos del Alimerka fritos con ajo y perejil
Vino tinto, rosado y blanco
Sidra
Tarta de chocolate
Licor de orujo con miel
Queso cabrales
Queso de burgos (esto bien así que hay que mentarlo)
Tostadas de pan de verdad con miel (sin mantequilla, aquí haciendo un esfuerzo he evitado la mantequilla)
Licor de cerezas (sí, existe)
Papas fritas (es malo ir de vinos sin meter algo al estómago)
Sidra (poca, estoy orgullosa de decirlo)
Uvas, manzanas, plátanos… (cosas sanas, que luego dicen que aquí todo es grasa)

No voy a seguir con la lista pero hay más cosines, lo que pasa es que no acabaría nunca.
Mañana me voy y no, no me he pesado. Que si me pienso pesar al llegar a Madrid: pues mira, no. Ya me pesaré cuando lleve un tiempo de dieta o más bien de ayuno y dando veinte vueltas a la manzana diarias.
¿Qué si me arrepiento de haberme puesto como un cochino jabalín estos días? Pues tampoco.

Tengo ya 44 años y supongo que con algo de esfuerzo volveré a recuperar mi peso durante el otoño con la ayuda de la dieta y los entrenamientos. Lo que sí te aseguro es que a mi edad no estoy para regalar el tiempo libre y  nadie me iba a devolver estos siete días si los hubiera pasado a base de pavo y tortas de arroz. A favor del maravilloso mundo del fitness he de reconocer en cambio que me sabe peor el café con leche de vaca y no termino de entender porqué no nos pasamos todos a la leche de soja de una vez, de forma masiva, irreversible y por decreto. La leche de vaca sienta mal salvo que seas un ternero. Punto.




Ahora que me toca volver a la capital, voy haciendo repaso mental de todo lo que no me va a caber o me va a caber pero no me va a quedar de lujo o me va a quedar directamente como el culo:

Falda negra con flecos: igual entro pero lo veo jodido.
Falda blanca con flecos: entraré, pero el aire suelto ibicenco será reemplazado por un aire  apretao “princesa de barrio”. La combinaré con unos buenos aros fucsias y así tengo el look completo para echarme un novio con coche tuneado.

Vestido blanco entallado con lentejuelas plateadas: de entallado pasa a ser enchorizado, pero entrar entro, así que no quiero oír ni una queja. Ni siquiera mía.

Vaqueros: ni de coña.

Falda negra de tubo: jaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Resto del armario: jaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

Pues eso: está claro que a partir de ahora la única alternativa posible es “jaaaaaaaaaaaaaaaa” o el hambre.




La que diga que ahora no hace falta hacer dieta porque somos muy felices todos así es una zorra mentirosa y tiene un metabolismo de esos raros que no la hace engordar y la odio. Mis células engordeitors te acechan desde cualquier esquina y pueden abalanzarse sobre ti en cualquier momento flaquita, no lo olvides. Vale que comas y no engordes, pero mantén la boca callada, es por tu bien.

Hoy, doce de agosto, por fin en casa me he pesado. 62 kilos y medio. Me fui en 58 y medio. Pero disfruté el verano, eso no se puede negar.


lunes, 6 de agosto de 2012

Compañeras de Entrenamiento (Training Buddies)





Suelo entrenar sola en un macrogimnasio muy completo de  las afueras de Madrid.

Siempre pensé que sería bueno tener una compañera con la que entrenar y motivarnos mutuamente. La tuve una vez cuando yo tenía unos veinte años. Me duró dos años y se llamaba Silvia. Después se fue a vivir a Estados Unidos y después por cosas de la vida,  murió. Esos dos años con ella fueron los más divertidos para mí en un gimnasio.

A día de hoy, disfruto mucho porque me gusta entrenar aunque sea sola, pero nada que ver el día que me asesora Raquel y paso una hora con ella. Entrenar sola, por mucho MP3 que te acompañe, siempre es más duro, más tedioso, menos emocionante, aunque hay que reconocer que fortalece la voluntad y el carácter. Es una lucha diaria contra tus propias resistencias mentales, contra esa vocecita de “nooooo, estoy cansadaaaaa, qué aburrimiento otra veeeez, total pa quéeeeeee” y un largo etc. que todos escuchamos en nuestras cabezas muchos días.

Cuando esa vocecita te grita fuerte y además coincide con que estás atravesando una época muy atareada, dejas de entrenar un tiempo y ahí se jodió el progreso y tiras por la borda horas y horas de durísimo trabajo. La excusa de “estoy demasiado liada” viene muy bien. Esos glúteos que empezaban a parecer de piedra empiezan a blandear. Tu churri que te decía “qué culo más duro se te está poniendo” ahora te dice “a mí me gustas también así” (horror, ahora le gustas sólo porque te quiere que si no…), tu hija te dice con cariño “qué tripita más gordita mamá”, tu madre te dice “estás mucho mejor así, antes estabas demasiado delgada” (horror, horror, ahora sí nos estamos acercando peligrosamente a la zona del sobrepeso), tus compañeras de trabajo TE SONRÍEN (oooohhhhh ahora sí puedes estar segura de que estás gorda, se acabó, hay que volver a entrenar y hay que hacerlo ya, antes de que sea demasiado tarde).

Lograr el éxito en nuestros objetivos, en el fitness y en todo, está absolutamente ligado a la constancia. La constancia y yo nunca hemos sido muy afines. Por eso me he quedado a la mitad de mi potencial en casi todo lo que me he propuesto. Digo casi todo ¿eh? En alguna cosa que otra creo que he cumplido casi al cien por cien. En cambio en el fitness… debería ser mucho, mucho más constante. Intercalo temporadas de entrenar a tope y sin hacer novillos, con épocas en las que el “estar muy liada” o estar saliendo de una gripe o trancazo o tener lumbalgia o lo que sea porque dios mío siempre tengo algo, me lleva a dejar los entrenamientos. Esto es absurdo y además cuando ya te has estado machacando unos meses, dejar dos meses de entrenar es una catástrofe. Es como ir palante, patrás, palante, patrás, y así hasta que te mueras, sin llegar a ningún sitio. Esta vez no me va a pasar, por mis muertos.

Hay cosas que ayudan mucho a perseverar en el entreno. Una de las cosas que me ayuda es entrar cada mañana en facebook y ver lo que ha posteado gente como Ingrid Romero, https://www.facebook.com/ingridromero23, que se lleva a sus gemelos de meses al gimnasio y los pone a dormir en sendas mantitas mientras entrena, Natalie Jill, que entrena en casa, Lorraine Haddad,  Jamie Eason, https://www.facebook.com/OfficialJamieEason, que… bueno, qué se puede decir de Jamie que no se vea en una sola imagen, y todas estas locas del fitness que antes de perder una sesión de entreno serían capaces de caminar descalzas sobre carbón candente. Verlas cada día ayuda a recordar que tú estás interesada en eso y que “cada paso que das te acerca o te aleja de tu objetivo” (frase de Raquel, gracias siempre por haberla conocido).

Algo que ayuda igual o tal vez más que ver a diario en facebook a todas estas reinas del fitness, es tener una compañera de entreno o training buddie. Yo no tengo. Serán cosas kármicas, pero resulta que en mi zona y en mi horario no conozco a nadie que quiera entrenar como yo lo hago. Tengo alguna amiga que va a mi gimnasio pero es más de clases colectivas, algo que me gusta pero no es mi manera de entrenar.

Este mes de julio he pasado los diez últimos días de nuevo en Aguadulce con www.vacacionessingles.com, todo muy bien por cierto. Esto si surge ya se contará otro día. De allí he vuelto a Madrid con una amiga y su hija. Son de Asturias. Esta chica también está un poco pirada por las dietas y el fitness. Al llegar a Madrid, en lugar de plantearnos visitar museos y/o bares como habría de esperar de cualquier persona humana, nos hemos dedicado a ir todos los días a mi gimnasio. Bueno todos los días no. De cuatro días que han estado hemos ido tres. No está mal ¿verdad? Realmente no nos quedaba otra opción ya que veníamos de estar diez días en un todo incluido y nos hemos hinchado a comer postres. Yo de hecho me iba a por el postre (que a veces es lo único que comía porque la comida-comida me aburre), y volvía con un plato con flan de chocolate y mousse de plátano. Después repetía flan de chocolate y por último remataba con un heladito. ¿Mal? Sí, sí, muy mal pero son diez días al año que me permito desbarrar con la comida así que esos días no miro nada. Bueno sí, miro los postres y voy a disfrutar y punto. Carpe Diem.

Ella, mi amiga Asturiana, en Asturias entrena sola en un gimnasio que tiene en su casa. Yo en Madrid entreno en mi gimnasio, también sola pero al menos viendo gente. La experiencia de entrenar estos tres días juntas en mi gimnasio ha sido definitivamente positiva. Diría incluso más porque estábamos pletóricas. El primer día parecíamos dos crías a las que hubieran soltado en el parque de atracciones. Yo estaba deseando enseñarle todas las maquinuquis y trastitos de mi gym, y ella estaba deseando subirse a todo.

En cuanto al entrenamiento, no es lo mismo entrenar con tu MP3 y tus pensamientos, por sublimes y positivos que sean, que entrenar con alguien con quien bromeas, comentas, te apoyas, te animas, y que tiene el mismo chip mental que tú en lo que se refiere al ejercicio. Es que no tiene absolutamente nada que ver. Es infinitamente más llevadero entrenar con un compañero o compañera. Aparte de pasarlo mejor el rato que estás en el gimnasio, te escaqueas menos.

Por ejemplo, de los tres días que fuimos a entrenar, el tercero yo me quería rajar (en el leguaje mental de las excusas esto se llama “día de descanso”). Ella me dijo: venga vamos hoy y ya mañana descansamos. Y fuimos. Hala, un día de entreno que ya no me he saltado gracias a mi training buddy.

El tema funciona bien: una empuja cuando la otra no quiere ir, la otra apunta que es una tontería comerse un trozo de pizza después de la paliza que nos hemos metido… así la cosa va fluyendo con más facilidad. La unión hace la fuerza, cuatro ojos ven más que dos, no nos moverán, etc., etc.

Después de esos cuatro días en Madrid, como buena acoplada que soy, me he venido a su casa de Asturias. Digo casa por llamarlo así pero en realidad esto es un casoplón del quince. De hecho estoy escribiendo en la cocina y creo que si salgo de aquí me voy a perder así que no me moveré de la silla hasta que se despierte alguien.

Mi colega aquí en su mansión, tiene un gimnasio para ella sola en el sótano de casa. Subo fotos (esto es una parte, tiene más cositas):







 Ella entrena aquí solita, lo cual no deja de ser admirable porque si a veces da pereza entrenar sola en un gimnasio en el que estás viendo gente a tu alrededor que está a lo mismo, no te digo nada entrenar sola sin ver a otra gente sudorosa rodeándote. Más teniendo en cuenta que la mayoría de los mortales se empeñan en decirnos cosas como “qué exagerada, es que estás obsesionada, si no te hace falta, si estás fenomenal para qué entrenas” (pues hombre, ¿para estar fenomenal?). Vamos, que cuando quieres encontrar una excusa para no entrenar tienes miles de amigos y familiares dispuestos a apoyarte en ello. En un gimnasio al menos verás otros cincuenta tarados como tú que están dispuestos a ir allí un domingo por la tarde y eso te hace pensar: “mira, mientras yo estaba planteándome echar la siesta viendo qué tiempo tan feliz, esta guarra ya estaba aquí haciendo sentadillas”. Y ya te pones las pilas para una semana más. El ser humano compite por naturaleza así que quieras que no, tener gente con la que montarte tu competición imaginaria siempre motiva.

Me hallo como decía antes en la cocina de este casoplón asturiano y mientras el resto de las almitas de la casa duermen yo os cuento todo esto. La idea es luego entrenar juntas mi amiga y yo en el gimnasio que tiene abajo, con la sempiterna intención de ponernos más fuertes que el vinagre. Yo aún no desisto en la idea de tener algún día los glúteos de Ingrid Romero, aunque sé que para eso me queda un rato.

Si estuviese en esta casa yo sola es muy probable que hoy no entrenase, o mañana. Pero como estamos aquí las dos colegas amantes del fitness (o como nos llaman por ahí: obsesas, exageradas, no felices, y miles de calificativos ingeniosos), pues nos empujaremos la una a la otra hasta el sótano mientras las niñas juegan a ser mayores, y nos pondremos a entrenar. Y ese pasito nos acercará un poco más a nuestro objetivo.


Después, cuando yo me vaya de aquí, ella seguirá entrenando aquí solita y yo en mi gym de Madrid solita, a no ser que encuentre allí una compi de entrenamiento. Mientras tanto: tú a Boston y yo a California.