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lunes, 18 de julio de 2011

Las sorpresas de Alberto

Bueno pues vamos a escribir una poca. No tenía nada sobre lo cual escribir así que estaba tan contenta, porque si escribo es porque algo me está molestando. Para compartirlo aquí tiene que ser algo no muy privado claro. Y en el sentido público y sector servicios iba bien la cosa últimamente. Iba bien, entre otras cosas porque casi no he salido de casa. He estado en plan: casa, piscina con la peque, visita de familiares en casa, más casa y piscina con la peque, tele, y poco más. Y llega el momento en que hay que salir de casa, ya sabes. Aunque una esté en paro siempre hay que hacer recaditos si eres clase media o baja o pobre, y si eres rico pues haces gestiones. Yo como me ando peleando para no bajar de la clase media-normal-baja, pues hago recaditos. Espero algún día hacer gestiones. Mis recados muchas veces se hacen en Alcalá de Henares, hermosa villa (hola Fernando). Hoy el papeleo era en Alcalá. El viernes saqué fotocopias de unos cuantos documentos, y tras un fin de semana muy tranquilo, hoy le he dicho a la niña que nos íbamos a hacer recaditos. Está muy harta de Alcalá y de todo lo que se hace cuando vamos allí que suele ser un auténtico coñazo, así que no le he mencionado la temida palabra “Alcalá”. Sólo le he dicho que hoy hay que hacer recados. Como es un angel me ha dicho: “Mamá a mí me gusta mucho hacer recaditos contigo y ayudarte”. Así que con este tierno despertar y cayéndoseme la baba por el camino, hemos ido a por el coche. Ya imagináis que coger el coche y que me toquen los huevos es todo uno. Se acabó la paz y ya tenemos tema para escribir (largo y tendido además).

Antes de nada quiero dejar claro que esta entrada del blog nunca habría sido posible sin la ayuda inestimable de nuestro querido alcalde Alberto Ruiz Gallardón. Quiero ser justa y mencionarle por lo menos una vez para no quitarle méritos, porque este hombre es ya una musa de los escritores y poetas de esta ciudad. Cuántos versos habrá inspirado este insigne político con sus actos siempre impredecibles y heroicos.

Heroicos sí, porque es heroico cerrar la carretera que enlaza la M-40 con la A-2, así sin avisar. Es un cachito de nada. La verdad es que no tenía que haber sido para tanto. Pero lo era, y vaya si lo era. Hemos salido de casa a las once menos cuarto (horario de desempleada), con la finalidad de evitar a toda costa los atascos provocados por la gente que sí trabaja, ya que después de 23 años cotizados y currados, una de las cosas que no echo de menos son los atascos. De este modo me disponía yo, con mi horario privilegiado, a hacer una gestión en horario óptimo y sin prisas, en plan rentista. Vamos, que casi lo podía ya llamar gestión y no recado. Todo iba bien durante los primeros kilómetros, y hemos entrado en la M-40 sin ningún problema. En la salida hacia la A-2, San Fernando de Henares, Coslada, nos hemos metido como siempre, y ya sólo nos quedaban veinte minutillos para estar en Alcalá. JA! Los cojones. Son las cinco de la tarde, estoy de vuelta en casa y no he ido a Alcalá. ¿Qué ha pasado en todo este tiempo? Pues que mi amigo Alberto está de obras, de reformas. Quiere aprovechar el verano para darle un repasillo a su ciudad, y ya de paso, para fastidiarme a mí la existencia. A mí y a otros seis millones como yo. Y nos la ha fastidiado, vaya que sí. Lo ha hecho como solo Alberto sabe hacerlo: Durante una hora y cuarto hemos estado en el coche para recorrer tres kilómetros. No se podía coger la A-2, y después de esa hora y cuarto prácticamente parados y con llantos intermitentes de la niña, ya no había ganas de ir a Alcalá. Ni ganas ni valor, porque mi navegador se empeñaba en meterme otra vez por el mismo sitio. “Cambie de sentido y tome la primera salida a la derecha A-2 San Fernando”. Sí sí, lo que tú digas. No me vuelvo a meter ahí ni aunque me regales un piso.

Esto yo, que estoy parada y con tiempo. No quiero ni imaginar al que se haya cogido un día de Asuntos Propios para hacer algo y haya tenido que coger ese desvío. Ese habrá tenido que hacer como sea la gestión, porque ya sabes que los Asuntos Propios son el día del juicio final, o lo haces ese día o ya no lo puedes hacer nunca. Así que el que estaba currando y se haya pedido el día de Asuntos Propios habrá tenido que terminar la jugada como sea. Por donde decía el navegador o metiéndose campo a través. Gracias a Dios no me encuentro yo en esa situación, o gracias al despido. Perder un día de Asuntos Propios en una gestión que no se ha podido llevar a cabo por las obras de Alberto es una putada. Pero ahora eso ya no va a pasar, porque hoy ha salido en las noticias que lo de los días de Asuntos Propios lo van a quitar. Parece que no es nada “europeo”. Tampoco es muy europea nuestra mierda-baja de maternidad de cuatro meses ni nuestro mierda-horario de “cuantas más horas eches mejor empleado eres, aunque las eches haciéndote pajas”. Eso no es europeo en absoluto pero de momento no quitan ni las mierda-bajas ni el horario pajillero. Quitan los Asunto Propios. Así, a lo fácil.

Bueno que me voy a otra cosa, y estábamos con Alberto. En Madrid somos muy buenos. Buenísimos. Yo no conozco gente más buena que la de Madrid ni gente más paciente. Para ponernos a prueba como ciudadanos pacientes, nos ha enviado el Señor a Alberto, que día tras día pone a prueba nuestra fe. En esas horas de encierro en el coche en una carreterilla que enlaza una punta de tu ciudad con otra, no puedes salir, no puedes beber agua, no puedes hacer pis, no puedes suicidarte porque eres madre, así que te da tiempo a orar y a meditar sobre el sentido de la vida y lo efímero de todo lo material. Mis pensamientos han pasado en ese rato por diversas fases:

  1. Fase me cago en tu madre: No creo que haya que explicar mucho sobre esta fase, salvo que la madre es la de Alberto.
  1. Fase “¿pero para qué coño hacen esto?”: Esta fase debe durar lo menos posible ya que es muy dañina para la salud y para el cerebro. Nunca se va a encontrar una respuesta satisfactoria y sí un montón de motivos para no hacer la obra, así que antes de recrearse en esta nociva fase es preferible volver a la fase uno, y no salir de ella hasta sentirse algo más desahogado.
  2. Fase “todos somos iguales ante Dios”: Habiéndose pasado un poco el odio de las fases 1 y 2, es bueno comprender ahora que todos los que nos encontramos en la carretera de enlace de la A2 con la M40, incluido el Lexus Crossover RX, estamos hasta los huevos. Él lo está sufriendo exactamente igual que yo. Mira, ya empiezo a encontrar alguna satisfacción en este embudo, aunque sea mínima. Le miras y ves que al igual que tú, está hasta los huevos. Aunque él lo está viviendo desde su habitáculo ultramegachulo y con un aire acondicionado que ni se oye ni se siente y no tiene que pasar frío para que el niño no tenga calor. Miras para atrás. Ah no, que no hay niño. No hay nadie. No sé porqué estos coches de sesenta mil euros siempre están vacíos. Yo creo que venden a los críos para comprar el coche. O los tendrán con la nanny. O ya serán mayores, porque cuando son mayores te puedes comprar un Lexus Crossover RX. Echo cuentas, porque tengo tiempo para echar cuentas también (gracias Alberto), y la verdad es que aunque no tuviera a la niña no estoy yo para comprarme un Lexus Crossover, y menos ahora que estoy en paro. Bueno ganará más pasta que yo simplemente, aunque con esa cara de tolay... Bueno, será de los que cumplen a rajatabla el horario pajillero (estoy en el curro hasta que el jefe ya se haya ido, aunque sea haciéndome pajas). Vaya, parece que arrancamos y avanzamos un metro y medio. Esto me saca de mis pensamientos y me lleva a la siguiente fase:
  3. Fase “todos somos iguales ante Dios” - segunda parte: El del Lexus te ha quedado muy adelante, y después de admirar y envidiar el parachoques y todas las pijadas que llevan esos coches, os volvéis a parar en seco (no se nos olvide que aquí manda Alberto). Ahora lo que queda a tu izquierda no es un Lexus sino la furgoneta de un currela. Lo siento pero no me he fijado en la marca. Van a su rollo, el currela conductor y el currela copiloto. El currela copiloto queda en un punto que le facilita una buena vista de mis piernas, que aunque fofas, blancuchas, y faltas de ejercicio, están depiladas y el de la furgoneta está contento. Miro para arriba y me mira con cara simpática. Parece que está pensando: “Jodete, te voy a estar mirando las piernas todo el rato y no lo puedes evitar porque estamos aquí pillados”. Me molesta su mirada de marrano pero después de sentir la náusea de mi estómago, respiro y me paso de las sensaciones físicas a la mente y racionalizo. Me digo a mí misma: Bien, me está viendo las piernas, ¿y qué?. No me puede hacer nada ni me puede tocar ni me está viendo nada más que las piernas. Intenta aparentar indiferencia porque tampoco es el fin del mundo y esto pasará (o no, todo depende de Alberto). La mente es muy poderosa, porque tan pronto has superado un microtrauma, lo que te estaba incordiando desaparece. En ese momento en que ya me relajo y comprendo que el mundo no se termina porque el marrano de la furgoneta esté contemplando mis muslos como si fueran su trofeo, arrancamos. Venga, otro poquito más. Dejo atrás al currela, miro por el retrovisor y respiro satisfecha porque ya no puede seguir invadiendo mi espacio con su cochina mirada. Estoy en paz. Algo me saca de mis pensamientos. Es una voz que viene de atrás. “Quiero vomitar mamá”.
  4. Fase “Por Dios, pos Dios, que no vomite”. Pero ¿porqué cariño? Venga aguanta un poquito”. Atrás ya no valen las explicaciones. Mi niña no conoce a Alberto y no entiende nada de esto. Yo le había dicho que íbamos a hacer recaditos, y sin embargo llevamos una hora encerradas en el coche muertas de calor y sin movernos para nada. Además, creo que sospecha que en realidad vamos a Alcalá. “WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA WAAAAAAAAAAAAAAAA, quiero gomitaaaaaaaaarrrr. Quiero gomitaaaaaaaaaaaaaaar. ¡¡¡Tengo mucha hambreeeeeeeeee!!!!”. La última frase te tranquiliza algo. Poquito, pero algo es algo. Pienso: “Cuando quiero vomitar nunca tengo hambre, me da todo asco”. Y le dices: “Venga cariño no pasa nada. En seguida vamos a llegar y te voy a dar algo rico de comer”. Sigue gritando que quiere vomitar y que quiere zumo, alternando el deseo de vomitar con el de zumo, dos deseos para mí completamente incompatibles pero su organismo creo que funciona de otra manera. Creo que sí es capaz de estar con ganas de vomitar y querer zumo. No sé si tiene que ver con la infancia o con que somos distintas. Vaya, parece que estamos saliendo del embudo. El navegador resucita: “Cambie de sentido y tome la primera salida Coslada San Fernando de Henares” (que significa volver a meterte en otra como la que estás dejando, pero en sentido contrario). Huyes de Coslada como alma que lleva el diablo. Empiezas a ver delante de tí carretera, coches que se mueven, vida. El atasco ahora queda a tu derecha. El nudo de tu estómago se empieza a disipar. Tu humor cambia. Desistes de ir a Alcalá. “Cariño, ¿quieres un zumo y un montadito?” “SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII” Bien, parece que hoy tampoco habrá vómitos.

    Gracias Alberto. No hemos hecho el recado, vamos a gastar tontamente, pero volvemos a casa de donde nunca debimos salir.


    Hola hispanohablante. Me interesan mucho tus experiencias similares  y tus opiniones. Desde España, desde América Latina o desde donde quiera que estés, te pido que compartas tus comentarios. ¡Escribe lo que estás pensando! Con educación y respeto por favor.

jueves, 14 de julio de 2011

Las tocahuevos de la autoestima

Hay un tema que desde siempre, o desde que tengo... no sé, quince años, me saca de mis casillas.

A ver a quién le suena una situación de este tipo. Estás en el trabajo y es el cumpleaños de alguien, que pasa un mail diciendo que en tal mesa hay bollos, o saladitos, o pasteles. Ya sabéis, se celebra todo comiendo aunque acabemos de desayunar, y cuando es el cumpleaños de alguien la gente come bollos aunque le sobren 25 kilos. Tú no vas a por un bollo porque no comes bollos casi nunca, porque además te sobran un par de kilos, y porque además no te apetece ahora un bollo. Si la persona que cumple años no te cae fatal, te levantas y vas a saludarla o bien le mandas un mail, según te pille, y te quedas en tu sitio tan feliz o tan amargada según te pille. Lejos de estar zanjado el tema, empiezan a pasar por tu lado gordas de diversos tamaños:

Petarda 1: “ ¿No comes nada?”. Como ya estás acostumbradísima a esta situación contestas sin levantar la mirada del ordenador:

Yo: “No, paso”.
Petarda 1: “Pero mujer ¿porqué? ¡Que es el cumpleaños de fulanita!”.

En tu interior te preguntas en qué le puede beneficiar a fulanita que en el día de su onomástica , te comas tú un bollo. Y contestas según tu humor de ese día, arriesgándote en mayor o menor medida a la charla de la autoestima. Pongamos que contestas:

Yo: “Ya, pero paso. Ya he desayunado”
Petarda 1: “Venga mujer. Si por uno solo qué mas da”

La miras y ves que le sobran tranquilamente 25 kilos. Antes te daba pena pero como ahora te está tocando los huevos ya no te da pena ninguna y quieres que se meta tres bollos en la boca a la vez y deje de respirar. Y contestas:

“Ya, pero no me apetece. Te doy el mío si quieres”

Como Petarda 1 sabe que contigo hay poco que hacer se vuelve a sus cosas, que consisten en comer y en ver lo que comen los demás, o si comen o si no comen. La paz dura poco. Viene Petarda 2:

“¿No has comido bollitos?” (lo pregunta con voz escandalizada como si preguntase: “¿van a venir a violarnos los jardineros en protesta por su congelación salarial?”).

Yo: “No. No he comido”.

Petarda 2: “Pero ¿¿¿porquéee??? Venga mujer comete uno aunque sea. Qué exagerada hija. ¡Por uno!”.
Yo: “Gracias Petarda 2, pero no me apetece”.
Petarda 2: “Pero ¿ni uno solo vas a comer? Hija si no estás gorda. ¡Qué exagerada!”
Yo: “No gracias, Petarda 2, la verdad es que ya he desayunado y ahora no me entra nada”

Petarda 2 se queda con cara de pedo porque creo que le estoy tocando los huevos. Ella cuando hay bollos tiene que asegurarse de que todo el mundo zampe bollos, no sólo ella y las otras zampa bollos. Respeto muchísimo al tipo de zampa bollos feliz y natural de verdad, la que no se preocupa de si yo como bollos o no, sino que está a disfrutar su bollo e incluso prefiere que yo no coma para así tener ella más bollos que comer. A esta no sólo la respeto sino que en cierto modo la admiro y además, es mi cómplice. Yo no quiero bollos, y ella no quiere que yo coma bollos porque los quiere todos para ella. A las dos nos interesa lo mismo: Es mi pana.

Pero lamentablemente para mí y para la humanidad entera, de esas zampabollos felices hay muy pocas, y casi todo lo que te encuentras son tocahuevos como Petarda 1 y 2, que son de lo más irritante. Su empeño en que los demás comamos (sobre todo si los demás no queremos comer), es obsesivo. Es insano y estoy segura de que oculta alguna patología, aunque no sé cual porque no soy psicóloga.

Normalmente la gente que me conoce me deja en paz después de estas preguntitas de petardas 1 y 2. En realidad, a estas alturas de la película, como ya he soltado algunas borderías, las petardas se enrollan poco conmigo. Pero para llegar a este remanso de paz he tenido que aguantar durante años la charla de la autoestima mal entendida, por parte de petardas incansables. Dicha charla suele comenzar si se te ocurre cometer la gran imprudencia de decir “No, no como, estoy a dieta” (aconsejo a la lectora no decir nunca esto). Ante las palabras malditas “estoy a dieta”, la loca de la autoestima salta como si le hubieran metido un petardo en el culo y te machaca hasta el punto de que te planteas llamar a la policía. Su machaque es un rollo parecido a:

“¡A dieta! Hija qué tontería. Pero si no estás gorda. ¡Es que hay que quererse como una es!. No se puede estar toda la vida a dieta. Pero ¿de donde vas a adelgazar? Pues hacer dieta no es sano. ¿Y qué comes? ¿Sólo? Hija pero es que no se puede estar así sin comer nada. Uno tiene que aceptarse como es. Es que estás obsesionada. Come uno hija, si están buenísimos.”

Tú ya has dejado de escucharla y estás mirando su sobrepeso, y te preguntas porqué todas esas energías no las gasta en ir al psicólogo para que le cure su obsesión de no dejar a la gente en paz. Si se quisieran como son, no estarían obsesionadas con lo que tú comes o dejas de comer. Y sí, hay que quererse como una es. Yo prefiero quererme como soy y no con 25 kilos de más. Recuerdas que esta chica el año pasado se apuntó a Naturhouse porque quería adelgazar, estuvo un mes y medio a dieta, se dejó 70 euros en total, y abandonó. Con eso ya sabes perfectamente que le gustaría estar más delgada. De hecho, le gustaría estar como tú. Le encantaría. Lo sabes porque la ves en verano cómo te mira de reojo, con rabia, con odio, lo que viene a ser nuestra tan arraigada envidia. Mira tus piernas y sabe que lo que ve tiene algo que ver con un sacrificio y una disciplina que ella nunca ha sido capaz de respetar. Como no consigue lo que quiere, intenta que nadie lo consiga, o intenta convencerse de que es mejor no conseguirlo y estar todos como ella, qué se yo.

La verdad es que es curioso que tengamos que aguantar tantas veces el rollo de la autoestima, porque yo bien podría empezar a decir “Pero no comáis tantos bollos, que luego os da rabia engordar y en el fondo se os nota que os gustaría tener buen tipo. Dejad de comer bollos una temporada y así estaréis en el peso que queréis y de esta forma centraréis vuestras energías en estar relajadas y felices y no en darme a mí por saco”. Pero eso no se puede hacer, madre mía, sería un escándalo. Esto estaría muy muy mal visto. Decirles eso sería decir la pura y cruda verdad, pero vivimos en una sociedad muy hipócrita, y la verdad no se puede decir. Está prohibido.

Lo que les lleva a ser así de porculeras es la pereza y la falta de ambición. Ya sabemos que yo no soy una top model, y muchas veces veo mujeres que están mucho mejor que yo. ¿Qué hago? ¿Les intento convencer para que se hinchen a bollos? ¿Intento convencerles para que se hinchen a cañas que es lo que a mí me aleja de mantenerme siempre en mi peso ideal? Pues no... Creo que lo que me diferencia de Petardas 1 y 2 es que cuando veo que una chica con una vida parecida a la mía (no valen las que no tienen hijos o las que no curran y tienen “ayuda en casa”) está buenísima, lo que intento es aprender de ella. Ver qué está haciendo para estar así y ver si lo puedo hacer yo. No me jode que otras personas sean ideales. Me admira, me gusta la belleza y me encanta ver cómo la gente se cuida. ¿Cuáles son mis preguntas cuando conozco a alguien así? Pues soy bastante pesada, la verdad. Puede que más pesada que Petardas 1 y 2. Pero mi objetivo es otro, yo quiero aprender, no quiero joder. Pregunto: “¿Y por ejemplo qué sueles desayunar?” “¿Y cenar?” Ese tipo de preguntas. Luego ya en soledad, valoro lo que hace, si es sano o no, si está dentro de mis posibilidades o no, y si puedo hacerlo, lo intento. Atención a que he dicho “lo valoro EN SOLEDAD”. Es decir, no me parece de recibo estar uno diciéndole a una persona si lo que come está bien o no. Esa persona no nos ha pedido consejo, y me parece de muy mala educación empezar con el rollo de las proteinas, las vitaminas y los minerales, cuando yo no soy médico y esa persona tiene más de veinte años y entiendo que tiene acceso a la misma información que yo. De hecho cuando la gente empieza a dar por saco con que si comes o no suficientes nutrientes, yo nunca veo buena voluntad. Sólo veo dos cosas: envidia y mala educación. Es curioso además que ese tipo de comentarios y “buenos consejos” casi siempre vengan de gordas. Una tía con cuerpo atlético va a su rollo, le dan igual tus nutrientes, ella se ocupa de los suyos y de los de sus hijos si los tiene.

Los comentarios de Petardas 1, 2, 3 y 4.... las hay a miles, no se centran sólo en la alimentación y el peso. Claro que no. Este tipo de elementas se meten en todo. Su falta de educación no conoce límites.

El ejemplo que primero me viene a la mente es este:

Petarda 3 te ve bajar las escaleras de tu piso de Alcalá de Henares, donde ya no vives pero que no has vendido. Estás en pleno mes de julio y vas con un vestido de tirantes por encima de la rodilla. Vamos, lo normal para el mes de julio. Petarda 3 está en la puerta de su piso, en la primera planta, hablando con otra vecina. Te ve bajar con tu bronceado dorado, tu vestido de tirantes, y su cara se llena en ese instante de odio (conoces muy bien esa mirada). Te suelta con cara de asco y a modo de crítica: “Qué fresquita vas ¿no?”. “Sí, en verano lo normal es ir fresquita”. Fin de la conversación. Petarda 3 no se ha dado cuenta de que vas exactamente igual de fresquita que ella. Ella lleva un vestido igual: sin mangas y por encima de la rodilla. Si le jode que a ti te quede de lujo y a ella le quede de pena, lo mejor es que cierre la boca no solo a la hora de hablar sino a la hora de comer. ¿Qué quiere? ¿Que las demás vayamos con un jersey de cuello alto en pleno mes de julio para que no nos vea su marido? Dejame en paz, bruja.

Situaciones de estas hay a miles. Por hoy es suficiente pero estoy segura de que conocéis a muchas Petardas de la autoestima y el pudor. Si las sufrís, pasad de ellas. Si eres una Petarda y estás leyendo esto: deja de hacer eso. Déjalo, en serio. Nadie se cree tu rollo de que te preocupe nuestra salud. Te tenemos totalmente calada. Déjanos en paz y preocupate más bien de tu propia felicidad. Mira a ver qué necesitas para ser feliz, para aceptarte, y para aceptar que hay gente que es más atractiva que tú. Y aunque ellas engorden o tú adelgaces, puede que sigan siendo más atractivas que tú, porque ellas se quieren y tú no te quieres a pesar de todo lo que hablas de la autoestima. Si te autoestimaras tanto no te pasarías el día jodiendo ¿no crees?.


Hola hispanohablante. Me interesan mucho tus experiencias similares  y tus opiniones. Desde España, desde América Latina o desde donde quiera que estés, te pido que compartas tus comentarios. ¡Escribe lo que estás pensando! Con educación y respeto por favor.


martes, 12 de julio de 2011

Mi viaje por Meetic

Bueno pues aquí nos encontramos, en el siguiente punto. Con 43 años y recién finalizada una relación en la que aún nos amábamos pero que tenía daños estructurales profundos, mi corazón me dijo que no podía más de andar conociendo personas del sexo opuesto y entregándose a un príncipe azul cada cinco años, para descubrir transcurridos dos años o tres que la relación tiene daños estructurales profundos y que debo volver a pasar por otra dolorosa ruptura. Mi corazón está bastante perjudicado ya. No es que esté roto, es que está roto a pedazos por todas partes y vuelto a pegar varias veces, y claro, me da miedo así como está sacarlo a pasear de nuevo. Daos cuenta, cualquier corriente le da tos y se me pone malo otra vez. Realmente no quiero más experiencias emocionales de riesgo. Las de riesgo son esas de “conozco un chico, nos gustamos, y sin tener ni idea de lo que quiere cada uno del otro nos tiramos de cabeza a una relación sin saber si vamos a querer lo mismo o parecido al menos, y Dios proveerá”. Esto es como he llevado las cosas del amor siempre. Y cómo no, siempre me ha salido mal. Sí he sido a veces feliz por el camino pero la hostia final me la he llevado siempre: o me han dejado o no me ha quedado más remedio que dejar, que no es lo mismo pero sí es igual.

¿Qué hace alguien que se encuentra en esta situación mía? Pues rendirse ante la evidencia de que no has sido capaz de encontrar una persona compatible a través de los canales convencionales, y abrirse una cuenta en meetic. Esto lo hice hace tres días, y confieso que no me esperaba que fuera así. Estoy sorprendida y desconcertada por algunos de los aspectos de este mundo del ligue virtual y no sé muy bien por dónde empezar para transmitiros mis impresiones. Voy a intentarlo.

Primero intenté sin foto pero aquí no te hace caso ni el tato, o sólo te hacen caso los frikis o los salidos que quieren follar con lo que sea. Transcurrido sólo un día supe que sin foto era mejor darse de baja, y puse un par de fotos bastante apañadas, que se salvan un poco de mi escasa fotogenia natural.

Aquí buscas tú y/o te buscan ellos. Pones ahí un pequeño testamento de cómo crees que eres y de qué es lo que buscas en la otra persona, y a esperar a que te escriban tíos que encajen en lo que pone ahí que buscas. Esto no sé muy bien porqué lo hacemos porque creo que no sirve para nada. Por ejemplo, yo pongo que me interesa un señor de entre 40 y 50 años, y lo pongo bien claro, pero no faltan tíos de treinta y hasta de 26 años que te escriben. Esta es la prueba de que los hombres son incansables, quieren joderte la vida a toda costa.

Algo que me ha llamado poderosamente la atención es el queso astrológico de meetic. Se repiten los mismos signos zodiacales todo el rato en los candidatos disponibles. Lo que más hay son leos. Si quereis un leo meteos en meetic, en serio, tenéis leos a punta pala. Adelanto aquí que yo antes de meterme en una relación con un hombre Leo, soy capaz de irme con una señora, quedarme soltera toda la vida, meterme en un convento o irme con un piscis de 90 años. Mi aversión a este signo llega hasta esos extremos. No es que no pueda tener amigos Leo, que son adorables el rato que lo son, pero ni con tres botellas de vino se me ocurre a mí volver a poner mi corazón en manos de una de estas piezas. Sin embargo choca que entre todas las invitaciones que recibo en meetic, como mínimo el cincuenta por cierto son de hombres Leo. Ya supongo que te has adelantado a lo que voy a decir: ¿quiere esto decir que los hombres leo acaban generalmente divorciados? Pues hombre..... sí. Les deseo mucha suerte con sus próximas víctimas (sobre todo a ellas les deseo suerte y un buen psiquiatra), y declino amablemente la invitación por la incompatibilidad astrológica aplastante entre Leo y Piscis.

El siguiente signo que me encuentro con mucha frecuencia y por tanto deduzco que de esos hay muchos disponibles (lo sé, soy un hacha), es Géminis. Sólo hay una cosa que me llevaría a empezar una relación con un Leo y es esta: que me pusieran una pistola en la cabeza y me obligaran a elegir entre un hombre Leo y un hombre Géminis. Ante una tesitura tan dramática me iría corriendo al Leo a suplicarle que se casara conmigo en el acto. Firmaría ciegamente amor eterno a un Leo con tal de no tenermelas que ver con uno de estos infieles mentirosillos y cambiantes DE NUEVO. Lo bueno o malo de ser tan vieja es que ya pocas cosas nuevas te puedes encontrar: has pasado por casi todo así que vives con una sensación de deja vu constante. Tu cabeza está siempre “esto lo he vivido ya” “por esto he pasado ya” “uno como este conocí ya...” (el deja vu trasladado a meetic).

Ya supongo que te estarás preguntando “¿quiere esto decir que con un hombre géminis, dada la proliferación de divorciados de este signo en meetic, es muy difícil que la pareja llegue a un final feliz?” Pues hombre..... sí.

Estarás pensando que ahora por fin vienen los signos buenos ¿verdad? Es decir, que después de todos los mails y flechazos de leos y géminis, por fin he encontrado algún cancer, piscis, tauro o virgo que me busca y que encima podría ser una pareja que nos llene de gozo y felicidad a ambos. Pues no, ahora nos quedan otros que no proliferan en meetic tantísimo como los leo, pero sí tanto como los géminis: los acuario. No os hacéis una idea de la cantidad de varones de este signo que tenemos disponibles en meetic. Y sí, me mandan también flechazos y algún mail. Realmente tampoco sorprende mucho que haya tantos acuario en meetic, ya que estos tíos que quedan contigo a las cinco de la tarde, no aparecen y te llaman a las ocho para decirte que es que se han encontrado con un amigo que no veían hace tiempo y se han liado a tomar cañas... ¿donde quieres que estén? Pues libres como pájaros obviamente, así como son ellos, libres. Y que sigan siéndolo por mucho tiempo, yo desde luego no lo voy a remediar. Sólo me faltaba a mí aguantar uno de estos ahora. Sólo lo haría en caso de estar siendo amenazada con una catana en el cuello y que me obliguen a elegir entre un leo, un acuario y un géminis (dudaría entre el leo y el acuario).

¿Y ahora? ¿Vienen ya los signos buenos? Sí, sí, ya ha terminado la criba. Pero te advierto que encontrar un cáncer, piscis, o tauro de más de cuarenta años soltero y en meetic es más dificil que ver a Victor Sandoval relajado. Ya, yo también me he quedado a cuadros al descubrirlo pero es así. Los cáncer continúan con sus parejas, y por lo general también los tauro, los piscis y en definitiva todos los signos buenos. Estos hacen buenos matrimonios y la gente no los suelta para que se vayan a meetic así como así. Pero alguno hay que anda suelto. Después de hacer una buena criba con los candidatos géminis, leo, acuario y algún sagitario que va saliendo (no thanks), he encontrado algunas pequeñas joyas potenciales que he agregado a “mis favoritos”, ya que tengo cero prisa en conocer personalmente a ninguno. De momento estoy con la pre-selección.

Con los signos buenos he tenido alguna comunicación pero mínima ya que como digo, de estos quedan pocos libres:

Un chico de 31 años cáncer. Pongo en mi anuncio que señores de 40 a 50, pero este jovenzuelo ha desafiado las leyes naturales e insistía en que él ha tenido pareja de mi edad y que debemos conocernos ya que a ambos nos gustan los gatos y que además cree que me siento atraída hacia él (este debe ser ascendente leo). Como yo también he tenido pareja de su edad, le he explicado que la diferencia de edad siempre es un problema. Insiste en que él vivía con una mujer de mi edad. Le digo que entonces si tan bien salen las relaciones de ese tipo, me diga porqué no están juntos. Me dice que su ruptura nada tuvo que ver con la edad. Ahí saco mi arma más letal: los chicos de tu edad son de pagar a medias, y ya que mantengo sola a mi hija, lo mínimo es que si me tomo la molestia de salir con alguien a comer o a tomar cañas, me inviten a todo. Huyyyyy, ahí he metido el dedo en la llaga. Silencio administrativo eterno del cáncer. No ha vuelto a aparecer. Cojonudo, mira qué rápido se despachan los asuntos en internet.

Un virgo que está de vacaciones en un pueblecito de de mallorca. Le gustó según él mi “sinceridad descarnada” o algo así, ya no sé si era descarnada, desgarrada o desgarradora. El caso es que le debió gustar lo justo porque no ha vuelto a escribir desde el primer día. Debe estar muy a gusto en el pueblecito de Mallorca. La verdad es que irse a Mallorca para engancharse al Meetic no sería buena señal así que a este aunque esté missing no lo descarto (si asoma claro, que con esto de internet no se sabe). Su mejor baza era la proximidad: vive en mi barrio. Yo ya a lo cómodo, que lo incómodo ya lo he experimentado todo.

Un Tauro que me mandó un mail y le contesté creo que de forma correcta pero no ha vuelto a dar señales de vida. Ya los espanto hasta por mail. No sé si voy a necesitar un copy que me revise los mails antes de enviarlos para que detecte qué es lo que hace huir a los Tauro y borre lo que atrae a los Leo de mi perfil, ya de paso. El Tauro no es que me quitara tó el sentío en las fotos, pero no estaba mal, estaba en el rango de edad de mi público objetivo y además es amante de los gatos, cosa que observo es casi imposible (sólo lo he encontrado en este y en el cáncer que salió corriendo cuando vio que le iba a tocar invitarme). Es una pena esto. Cuando estuve visitando Amsterdam un fin de semana, me sorprendió gratamente ver que en todos los bares había un gato que tenía un sillón para él solo en algún rincón y nadie le molestaba. Eran como pequeños budas peludos durmientes. Aquí al contrario: a todo el mundo le dan asco o miedo o alergia. A mi me da asco o miedo o alergia la gente que maltrata a los gatos.

Aquí teneis un par de fotos de este gato con sillón en propiedad en la terraza del restaurante de su dueño. La saqué en agosto del 2010 en Amsterdam (en Madrid ya lo habrían echado a pedradas y/o ahogado en la bañera).



En cuanto a comunicación interesante con candidatos no ha habido nada más de momento.

Me interesa destacar que aunque he puesto en mi perfil que “si no tienes foto no te molestes en escribirme”, hay un montón de tíos sin foto que me mandan flechazos o mensajes. Esto no deja de desconcertarme y me pregunto si les contestará alguien. O más bien no se habrán leído mi perfil, supongo que ven fotos de tías y mandan flechazos, qué cutres.

Y por último de momento, me choca que hay muchos que ponen una foto en la que están muy serios, con cara incluso de amargados. Mira, yo puedo pasar épocas difíciles pero si me hago un perfil en internet intento poner una foto donde se me vea alegre. ¿Quién va a querer estar con un tío que entre todas sus fotos no tiene ni una en la que no tiene cara de amargura o de mala leche? Si ese es su perfil, cómo será la vida a su lado...

Ah, y un dato importante: los webmasters de meetic te dicen desde la experiencia y desde el cariño también, que si no encuentras a nadie es porque eres demasiado exigente y deberías bajar el listón. Vamos: igual que en la vida real.


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sábado, 9 de julio de 2011

¿Qué es estar en pareja y qué es estar solo?

Estar solo cuesta. A veces cuesta tanto que uno acaba con alguien que al final te hará sentirte más solo de lo que estabas cuando empezaste la relación. Estar solo es estar con alguien durante el año 2010, que España gane el primer mundial por primera vez en la historia y no haberlo visto juntos. Que la nochevieja no la hayáis pasado juntos ni el año nuevo ni la nochebuena ni la navidad ni reyes. Que en tu cumpleaños no te hayan traido ni un detalle de cinco euros ni una flor. Estar solo es que te digan que de las vacaciones podemos pasar juntos tres días, si acaso. Estar solo es irte de viaje nueve días y recibir solamente dos mensajes en el movil. Si estás casi siempre solo es que estás solo y punto, por mucho que creas que tienes pareja, al final hasta tú te das cuenta de que tu pareja es de pega, de mentira, por muy poca inteligencia que tengas, al final hasta tú te das cuenta (toda la gente que te conoce ya se había dado cuenta hace tiempo, claro).

El porqué uno no quiere ver las cosas hasta que ya te las pegan en las narices con superglue, no sé, para mí eso es un misterio. Y otro misterio es porqué el día D es cuando despiertas y te das cuenta tú de lo evidente. Porqué te das cuenta justo ese día y no antes y no más tarde. Ese día justo y preciso y no otro, es el día en que te das cuenta de que durante dos años has hecho el gilipollas. Bueno está bien, son dos años. Podía haber sido peor, veámoslo así.

Ya no confío en conocer a alguien en la piscina ni en el trabajo ni en los bares ni en el supermercado ni en el gimnasio. Quiero la ficha completa antes incluso de tomarme el primer café. Quiero saber si estoy tratando con un egoista que no va a poder involucrarse nisiquiera lo justito ANTES de empezar y no después. De lo contrario, cuando te quieres dar cuenta de con quién estás ya has perdido otros dos años sin encontrar a esa persona maravillosa que yo sé que sí existe. Voy a ver si en meetic la encuentro, además así no tengo que trasnochar ni nada que total para lo que luego se trae una a casa, mejor no salir de ella.

"But it ain't about how hard you hit, it's about how hard you can get hit and keep moving forward".
Rocky Balboa



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viernes, 8 de julio de 2011

No lo hemos cuidado

Las cosas se estropean cuando no se cuidan. Uno se acostumbra a ellas, se acomoda, las da por hechas. Al principio como son nuevas las cuidas mucho y después enseguida te acostumbras a ellas y ya no son nuevas, no te parecen tan bonitas, da uno por hecho que haga lo que haga van a seguir ahí. Como ese día hice tal cosa y seguía ahí... Como tal día dijo que se iba pero siguió ahí... Uno se acomoda.

En qué punto un sentimiento se rompe. En qué punto el daño necesita cuidados urgentes. En qué punto ya no tiene remedio. En qué punto ya es tarde. No se sabe hasta que ya fue tarde. Ya murió. Ya fue. Es ridículo intentar ocultárselo a uno mismo. Uno sabe que aquello que había ya no existe. Se puede echar la culpa a uno de los dos. Se puede, y el otro pensará que es una injusticia, y tal vez lo sea. Ahí ya entra cada uno con su razón. Pero eso va a dar igual porque no va a cambiar nada y no va a recuperar al muerto. El muerto, lo que antes era nuestro amor, está ahí, muerto, totalmente muerto, inerte, frío, duro como los muertos.

¿Porqué uno quiere verlo y otro no? No sé. Tal vez unos tengan más miedo a estar solos. O unos estén más acostumbrados a estarlo que otros. O unos temen más a la hipocresía que a la soledad y otros al contrario prefieren un amor muerto a estar solos. Pero el muerto está ahí y hay que enterrarlo. No se puede andar paseando a un muerto como si aún estuviera vivo y haciendo como que no nos dimos cuenta de que está muerto. Es una locura. No se puede vivir así. A mí la soledad me da miedo, como a todos, pero me da más miedo vivir entre cadáveres. La soledad al menos es real, es mía y está viva, aunque no me guste.

Es tan triste. Duele tanto. Pero se pasa. Lo sabemos porque al final a todo el mundo se le pasa. ¿Pudimos remediarlo? ¿Quisimos remediarlo? ¿o nos daba igual y por eso lo dejamos morir?. Intenté reanimarlo, zarandearlo, hacerle el boca a boca unas cuantas veces, pero fue inútil. Ya no tengo nada más que intentar. No sirve de nada porque le hablo y ya no me oye. La que era yo para él ya no existe. El que era él para mí tampoco. Ya no somos los que conocimos entonces.

Ya no queda mucho más que hacer. Recoger las cosas y marcharse en silencio, cada uno a su soledad, de la que vino. Reencontrarnos cada uno con lo que éramos cuando en vez de dos eramos uno y uno. Reencontrarnos cada uno con el individuo sólo que era, y volver a empezar desde ese punto pero sabiendo más cosas para intentar no volver a equivocarnos. O no volver a equivocarnos tanto.

¿Cuánto dura realmente un amor? Depende, pero no es necesario alargarlos y estirarlos más de lo que dan de sí. La vida es demasiado breve para tener amores pequeñitos y andarlos estirando. Mejor esperar el gran amor o morir sola habiéndolo intentado al menos.


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miércoles, 6 de julio de 2011

Los dueños de la piscina

Vivo en una comunidad de unos 170 vecinos, y tenemos piscina. Al menos eso creía yo.

Justo un día antes de acabar el cole nos fuimos al caribe, en un viaje de en total nueve días fuera de Madrid. Luego al volver, como yo no soy muy piscinera, me he resistido a bajar, pero el lunes bajé, por la niña y por una amiga que vino de visita con sus dos hijos. Mi hija es pequeña, tiene cinco años. La primera experiencia en la piscina tuvo una pega importante. Eran las cinco y media de la tarde cuando bajamos, y la piscina, no muy grande pero tamaño ideal si se sabe convivir, estaba tomada por cinco críos de edades calculo entre once y catorce años (vamos, de los que ya tienen pelillos abajo). Las criaturas a cuál más incívicas (cuatro críos y una cría), saltan, se pasan de un lado a otro, tienen completamente tomada la parte que cubre menos (que es en la que necesitan estar los críos de cinco y siete años como los que íbamos esa tarde). La pandilla esta de chulopiscinas se pelean entre ellos, a hostias, a empujones, a saltos (el agua salpica hasta cuatro metros en la hierba que es donde yo estoy), y mi hija y sus amigos un poco acojonados salen y vienen a decirnos que no pueden jugar. Voy y les digo que jueguen sin molestar a los niños tan pequeños (jueguen, manda huevos, yo con catorce ya estaba ganándome los cuartos dando clases particulares). El socorrista al ver que no están dejando usar la piscina a nadie sin peligro de que te caiga una marsopa encima (el líder de la banda tiene un fuerte sobrepeso), va y les dice que se limiten a monopolizar un lado de la piscina y no toda, para que los niños pequeños puedan jugar y nadar en algún sitio. Nada, ni puto caso, el efecto de la petición dura medio minuto o menos. Al rato nos subimos a casa y ese día tampoco le dí mayor importancia.


Ayer no bajamos a la piscina, y hoy, a las doce de la mañana, preparo a la niña y nos bajamos con los bártulos piscineros, dispuesta a amortizar de alguna forma lo que pago de comunidad, y a que mi hija disfrute.

Al llegar al cesped vemos que está vacía, o casi. Está el socorrista y sólo los cinco críos (con pelillos abajo), del otro día pero sentaditos en la hierba de la piscina. El sólo hecho de verles ya me revuelve las tripas pero entiendo que no vivo en un chalet. Nos ponemos mi hija y yo cerca de la piscina y lejos de la pandilla conflictiva. La niña se va al agua y como está sola y sin amigos pues hace sus pinitos, mira mamá parriba, mira mamá pabajo, vamos que no me dejaba leer tranquila las instrucciones de mi nueva báscula de precisión pero estaba ella tan contenta y yo también. Pero este bello momento estival ha durado un suspiro, cinco minutos. Los intocables de Elliot Ness han visto que reinaba demasiada paz y alegría en su urbanización y eso no lo iban a consentir. Se han metido todos en la piscina, tirándose en bomba por supuesto, y además ocupan toda pero toda la zona que no cubre (como son tan pequeñitos les debe dar miedo lo hondo), y yo no he dicho nada, pero la niña que no es tonta no se quería ver con un cetáceo encima y despacito ha salido y se ha tumbado a mi lado. Desde el cesped, las dos analizábamos al grupo y veíamos que el verano va a ser duro, largo y difícil, (no sé de qué me suena esta frase). En ese momento le digo a mi hija: nos vamos a subir, porque aquí te aburres, no te puedes bañar y no hay niños para jugar. Y me dice ella:
Mamá, pero ese niño gordo porqué no se va?”
No lo sé hija, pero no digas gordo otra vez que se enfada”
Es que es gordo porque ha crecido mucho, pero no me gusta porque nada muy rápido”
Ya, pero no le podemos echar ni regañar porque no hace caso”
A mí no me gustan esos niños”
Ni a mí”

Y me dice ella: “Mamá pero ¿porqué siempre están aquí? ¿duermen aquí por la noche?”

Buena pregunta. Os aclaro que su pregunta va con cero sarcasmo porque es una niña de cinco años y no sabe lo que es el sarcasmo y la ironía. Lo pregunta totalmente en serio. Lógico, nos subimos a las siete y se quedan allí jodiendo, llegas cuando está abriendo el socorrista y ya están jodiendo. Es que es suya la piscina, porque cuando están ellos no se baña nadie. Deberíamos hablarlo en junta y que paguen la comunidad sus papás solitos.


Forma de estar correctamente en la piscina:




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Mi báscula de precisión

Con la idea fundamental de mejorar la estética de mi cuarto de baño, aproveché una oferta de internet y compré una báscula de precisión. Eso fue hace cosa de un mes y medio y llegó ayer. No me gusta mucho leer instrucciones así que me lié a dar botones y como no había forma de enterarme por intuición, tuve que rendirme y leer sólo media página de las quince páginas de instrucciones. Ahí lo tengo para cuando me anime a leer el resto. Bien, entre toquetear botones y leer la media página, ya aquello por fín pesaba mis kilos. Le metí mi estatura: 1,65; edad: 43 (en la báscula es tontería quitarse años); y me subí a pesarme. Lo que me temía, peso mucho más que en mi antigua báscula, en concreto dos kilos más.

Mi antigua báscula y yo estábamos muy compenetradas desde hace unos trece años, cuando la compré. No recuerdo dónde la adquirí pero pudo ser en el Tien 21 que tenía en aquella época debajo de casa. En aquél entonces era blanca, blanco nuclear. A día de hoy es como blanco-amarronado y por mucha lejía que le pases no le devuelves el blanco. Por eso la he cambiado por una más joven. Con mi antigua báscula, yo me miraba al espejo y antes de subirme sabía con precisión casi matemática lo que iba a marcar. Rara vez nos equivocábamos ella o yo. Si yo al salir de la ducha me miraba al espejo y pensaba (mmmmm... 58), me subía, y como mucho 58,200. Tal vez llegue algún día a una relación así de telepática con mi nueva báscula de precisión, pero de momento estamos en la fase inicial de la pareja: nos estamos conociendo.

Pues volvamos a los dos kilos más. Esta nueva báscula no ha entrado en casa con medias tintas, porque de entrada me pone dos kilos más que la otra, lo cual me hace pensar que la antigua se andaba con mentiras piadosas debido a tantos años de amistad. Esta en cambio debe ser alemana y sólo entiende de números, no tiene ningún componente emocional en su mecanismo. Los dos kilos más eran ayer 60,7, que para estar en julio me parece una auténtica putada decirle eso a una señora, pero la nueva báscula me lo soltó sin miramientos. Luego te mide un montón de cosas que os parecerán chorradas pero que eso a mí me emociona. Resulta que entre todos esos 60,7 quilazos, tenía un porcentaje de grasa del 25% y luego nosecuantos otros porcentajes de agua, masa muscular, y densidad osea. Vamos que tengo de todo como los charcuteros. Incluso me dijo finalmente que no estoy gorda, y que debo consumir mil doscientas y pico calorías al día. Vamos mejorando en nuestra relación porque con los 60,7 que me soltó al principio, lo primero que pensé fue en devolverla.

Tras esta primera experiencia con mi nueva báscula, anoté mentalmente sólo el peso de 60,7 kgs. y el porcentaje de grasa del 25%, lo demás se me ha olvidado. Hoy, después de pasarme ayer el día haciendo la dieta Dukan (ayer fue el segundo día) y habiéndome puesto morada de yogures desnatados ya que Alma me aseguró ayer que se puede, me he visto gorda y me he sentido muy gorda al levantarme. Porque a mí el lácteo me hace sentirme gorda, lo asocio con las vacas. Los endocrinos que me quitaron todas las arrobas que me dejó el embarazo, me quitaban lo primero los lácteos. Bien, pues con esta sensación de fracaso invadiéndome, y segura de que seguiría marcando 60,7 como mínimo, me he subido a la báscula de precisión. Inicialmente me ha dado un poco por saco con que si no te marca el peso, que súbete otra vez, que no te reconozco (coño si aquí sólo me he subido yo ¿no eras tan lista?), que vuélvete a subir... (me ha faltado poco para ponerme a saltar encima de la rabia pero me costó unos 28 euros y no quería romperla a saltos con mis 60,7 kilos). Tras estos malentendidos iniciales, finalmente se digna pesarme. ¡Oye sorpresa! ¡60 kilos! Me he quitado 700 gramos y con lácteos. Pero he hecho memoria y ayer me pesé ya desayunada. Aaaaaahhhhh trampa trampa, no vale entonces. Pero lo bueno viene en el segundo dato, el del porcentaje de grasa corporal, que para mí es mucho más importante que el peso. Pues he pasado de 25% a 24,6% de grasa corporal (eso no tiene que ver con haber desayunado, entiendo. ¡¡¡Ahhhhhh qué gustito!!! ¡Me he quitado 400 gramos de grasa! Creo que podemos llegar a llevarnos bien la báscula de precisión y yo. Ahora sí voy a leerme las instrucciones porque tiene que haber forma de que entienda cuando me subo que soy yo y no un vecino o el gato. Mira la otra, la antigua, me reconoce siempre. Pero mira si es mentirosilla que me he subido ahora para probarla y me dice que peso 58, ahhhhhhhhhhh ¡pillina!. ¡Tú lo que quieres es camelarme con bonitas palabras! Le he preguntado que cuál es mi porcentaje de grasa corporal y se me ha echado a llorar de impotencia. Pobrecina, la bajo al trastero, me da pena tirarla y además, vamos a ver lo que dura la nueva con tantos botones y cables que debe llevar en sus entrañas.


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martes, 5 de julio de 2011

¿Se puede estar buena siendo madre soltera de más de cuarenta años?

Vamos a intentarlo compañeras de fatigas. Nunca he sido una belleza y tampoco me ha hecho falta, y nunca he sido una fashion victim, pero sí era (antes de quedarme embarazada), una “estarbuena victim”. No sé si se ha acuñado algún término más adecuado pero este es el que define mi época pre-maternidad. Una época muy larga porque no fui madre hasta los 38 años.

Ser una “estarbuena victim” era bastante esclavo pero como para mí era una pasión, un hobby, no me planteaba lo duro que era. Había que hacerlo y punto. Para ello era necesario ser muy disciplinada (que yo lo era), y no descuidar demasiado tiempo los siguientes aspectos:

  1. La dieta. Me podía dar algunos caprichos de vez en cuando pero todos los días del año me pesaba y tenía que estar entre 55 y 58 kilos. Si subía a 58,5 ya sabía lo que me tocaba: abstención absoluta de cerveza, pan, patatas y otras cosas ricas. Mi alimentación consistiría en verduras, frutas, proteína magra y algún yogur desnatado. Mi único lujo dos tostadas por la mañana con el café (las tostadas integrales y preferiblemente de pan de centeno). Así tenía que estar hasta que volviera a estar como mucho en 57, y después cuidadito de no volver a subir de peso. Ahora estoy en 59 kilos y toda desparramada. Me quité los diez kilos que me quedaron tras el embarazo pero me he ido descuidando otra vez. Acabo de empezar la dieta dukan con mucha convicción. Llamadme ilusa pero quiero volver a estar buena, porqueyolovalgo.
  2. Ejercicio. Esta es la madre del cordero. Cinco días por semana iba al gimnasio y a falta de otra cosa que hacer (aparte del trabajo claro), me tiraba allí dos horas. Me daba igual ir al más caro, total todo el dinero que ganaba aunque no fuera mucho era para mí sola y para mi cuerpo serrano. Como no voy a descubrir América ahora, pasaré de puntillas por este punto que se resume en a) ejercicio cardiovascular; b) fortalecimiento de la musculatura con pesas o ejercicios tipo pilates; c) natación para relajarme y fortalecer la espalda; d) yoga para sobrellevar el estrés de la vida y de estar tan buena; e) spa para obtener la misma finalidad del punto d. Bien, pues ya sabiendo lo que hacía antes, ¿qué ejercicio hago desde hace seis años? Esta es fácil: no hago absolutamente NADA. Eso es, nada de nada. Bueno “no paro en todo el día” como decimos todas las madres, pero que yo sepa poner lavadoras, fregar, recoger, ordenar armarios y comerse las sobras de los peskitos que la niña no quiere, no ha llevado a nadie a tener un buen cuerpo, a no ser que me haya perdido algún estudio de la Universidad de Iowa que demuestre lo contrario, y lo dudo. Dudo incluso de si hay universidad en Iowa. ¿Porqué hemos dejado de hacer ejercicio? Qué pregunta más chorra ¿verdad? En mi caso, madre separada que no recibe un duro de pensión y con poco apoyo de familiares para quedarse con la niña, pues ya me dirás qué hago con la nena mientras voy al gimnasio. Pues bien, para esto hay solución si vives en Madrid. Está el gimnasio Virgin Active que ¡tiene guardería! En agosto me apunto, que ahora estoy sin coche. De ahí no paso. Ya sabía yo lo de este gimnasio pero “ay pobrecita la nena allí sin conocer a nadie, con lo bien que está con su mami”. Ya está bien chicas, las que seáis así como yo que os de pena todo, pensad en que la salud también hay que cuidarla y yo desde luego empiezo a verme toda desparramada y además me duele la espalda por todas partes.
  3. Cremas. Bien, esto nunca se ha demostrado que sirva para algo pero ¿qué mujer presumida puede vivir sin sus cremas? Yo no, desde luego. La de la cara mañana y noche (eso sí, yo siempre he usado la misma por la mañana y por la noche y creo que esto está bien si no tienes mucho dinero para comprar dos). La anticelulítica: dicen a veces que no sirven para nada pero el simple hecho de masajearte las piernas, cadera y barriga con ese mejunje compuesto de cafeina tiene que valer para reafirmar.
  4. Pelo largo por favor, siempre que tu calidad de pelo lo admita. No entiendo porqué todas, o casi todas, caemos en el gran error de cortarnos la preciosa melena cuando estamos embarazadas o cuando ya somos madres. No tenemos bastante con haber quedado sin un minuto para nosotras que encima nos dejamos cortar de un tajo nuestro mayor atributo de belleza. A mí me lo hizo una peluquera a traición estando yo embarazada de cinco meses. Llevaba un pelo por la cintura desde hacía años y le dije a aquella tarada que me “saneara un poco”. Con el atontamiento del embarazo me puse a pensar en mis cosas y cuando volví la mirada al espejo tenía el pelo cortado a la altura del cuello. Esto os juro que es verdad y a esa tía nunca la perdonaré. Ella tenía el pelo corto y claro, quería dejarme hecha un callo y cuando oyó lo de sanear vio el cielo abierto. A día de hoy lo tengo por debajo de los hombros. No veas lo que cuesta recuperar una melena como aquella. Gracias desde aquí a la pirada esa cuyo nombre no diré porque no quiero líos (pero te recordaré toda mi vida nena). Bien, dejando este odio exacerbado a un lado, hay que dejarse el pelo largo otra vez, las que habéis sido de pelo largo. Somos madres, no soldados. Otra cosa es que nos dejemos una melena en plan “voy a la boda de farruquito”. Para evitar eso están las capas y esas cosas. Pero largo, por favor. Corto no le queda bien a casi nadie. La que tenga la suerte de quedarle bien el pelo corto que lo disfrute. Yo con el pelo corto parezco una maruja, y bastante tengo con serlo.
  5. Pintarse. Qué rollo ¿verdad? Sí, la verdad es que después de recoger todos los objetos de diversa procedencia que van dejando por la casa los nenes, ordenar la casa entera, dejarla más o menos limpia y apañada, organizar a tu retoño y tenerlo bien vestido con su ropa limpia y planchada, si es niña con su coletita y horquillitas, tú ya te has duchado, lavado el pelo, secado el pelo, echado crema, te has vestido, ¿le quedan a alguien aún ganas y sobre todo tiempo de embadurnarse la cara de potingues? Comprensiblemente la respuesta es no. Optamos entonces por el look natural (es decir, look “adhefesio”) y nos echamos así a la calle sabiendo que nuestros amigos nos quieren como somos. Bueno sí, nos quieren pero no nos engañemos, por dentro piensan “joder, hay que ver cómo se ha echado a perder esta tía”. No lo dudéis porque lo piensan. ¿Quiere esto decir que tenemos que volver a tirarnos un cuarto de hora delante del espejo hasta salir maquilladas como Cleopatra? La que tenga ganas y tiempo que lo haga, yo la animo y la admiro. Yo no tengo ni ganas ni tiempo. Pero entre ir divinamente pintada e ir con la cara lavada y hecha un horror, he encontrado un termino medio muy cómodo: los polvos de maquillaje. Supongo que los conocéis. Hay de muchas marcas. Yo he probado de Skeyndor y de Avene. Mejor los de Skeyndor pero son 30 euros así que ahora estoy con los de Avene que creo que me costaron 15 euros. Es como una polvera pero los abres y tienen una esponjita con la cual untas una crema espesa y te la esparces con la esponjita por toda la cara. Es muy cubriente pero no te deja hecha un muñeco, da color y además llevan protección solar. Esto me roba un minuto como mucho y me quita el careto de acelga totalmente. Luego un poco de pintalabios (chicas esto tampoco es pa morirse del esfuerzo, venga, un poco de nuestra parte), y con esto ya puedes salir a la calle con buena cara. Hombre y ya con un poco de sombra doradita clara o del color que más te favorezca en los párpados lo bordas pero tampoco es imprescindible.

Bien, pues por hoy ya he compartido muchos de mis propósitos para estar buena, algunos de los cuales ya practico y otros que estoy a punto de empezar a practicar (en concreto el gimnasio que además es el más importante). Ya os contaré en agosto mi vuelta triunfal al gimnasio. Estoy deseando ver esos machos sudorosos entrenando ¡¡¡ohh síiiiiiiiiiii chicas!!!


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lunes, 4 de julio de 2011

Don't touch my balls

Era jueves. Ese día tenía turno de tarde en Mercadona donde lleva años trabajando como cajera. Ese día además, estaba de buen humor. A las nueve y cuarto había dejado a sus dos preciosas hijas en el colegio. A la salida se había encontrado con otras tres madres que estaban o bien en paro o bien en turnos de tarde. Habían ido juntas a tomar café a una terraza, aprovechando el buen clima de mediados de Junio. Charlaron sobre la sorpresa que le iban a dar a la profesora de sus hijos entre todas, sobre el paro, y como no, sobre maridos. Ella en concreto estaba muy enamorada del suyo, pero también le gustaba recibir piropos en el trabajo de algún compañero o cliente, ya que así se sentía no sólo madre y esposa sino también sexy y seductora. Y así cada día, volvía a casa con su familia a la que adora, a poner cenas, baños, pero siempre con el placer del deber cumplido, y bien cumplido, porque ella no es la típica empleada amiga de escaquearse. No le gustan las tonterías y sí el trabajo bien hecho.

Ese jueves, tras desayunar con sus amigas y reirse muchísimo, dejó la casa más o menos organizada y se fue a trabajar. Como era un día tan soleado y alegre y todo iba tan bien, estaba hasta arriba de gente en la caja pero estaba feliz. Ayudaba en lo que podía, como siempre, a los clientes que no daban abasto con las bolsas. Y entre cliente y cliente, si podía, hacía algún comentario con su compañera más cercana. Estaba feliz, tenía trabajo, se sentía valorada en su empresa, sus niñas la adoraban, tenía buenas amigas, y su marido seguía loco por ella. Pensó que podría haber sido millonaria pero que tal vez en ese caso no habría sido tan feliz.

Entonces llegó ella. La tocahuevos. Llegó con su carro lleno hasta arriba y lo puso todo desordenadamente en la cinta. Una vez depositado todo desordenadamente en la cinta y perdón por la redundancia, se puso a hacer una llamada por el móvil, entiendo que urgentísima como todo lo que hacen las tocahuevos. La tocahuevos, en adelante TH, hablaba y hablaba no sabemos si para que le oyera su interlocutor o todo el supermercado, pero hablaba sin parar y el montón de trastos que había dejado en la cinta ya había dejado de ser asunto suyo. Ella a su rollo. La clienta que iba delante de TH ya había pagado y se había despedido, y ahí estaba TH con su volcán de artículos delante, raja que te raja por el móvil sin ninguna intención de involucrarse con aquella pila de trastos. La cajera se dirigió a TH con una sonrisa y un “buenas tardes”. No recibió ninguna respuesta. Como nuestra prota de hoy no era nueva en el puesto, ya tenía suficientes datos sobre la mesa para saber perfectamente que se le había jodido el hermoso día y que tenía delante a una auténtica tocahuevos. Respiró hondo y decidió que aquello no le iba a hacer perder los nervios, porque tenía como ya sabemos dos hijas que mantener y su marido tampoco ganaba tanto como para poder mandar a la mierda el trabajo y a TH.


Comenzó la cajera a introducir algunas cosas en bolsas, mientras TH seguía como si aquello no fuera con ella, hablando de estupideces nada urgentes por el móvil, y con una falta de respeto por desgracia bastante frecuente hacia la cajera. En esto que la cajera estaba haciendo ya todo el trabajo, asumiendo que TH no iba a hacer absolutamente nada, cuando escucha a TH decir por el móvil: “Chica, perdona a ver si salgo de Mercadona que me ha tocado una cajera super torpe que está tardando muchísimo”. Sí, calculó. Calculó lo que ganaba su marido, lo que les costaba la vida de los cuatro, y si podían mantenerse si perdía ese trabajo. Lo calculó, y sabía que no, que no podían salir adelante dignamente con un sólo sueldo. Entonces renunció a su plan A de levantarse y tirarle de las extensiones a TH, y optó por decirle en el tono más educado que pudo: “Señora, yo le estoy ayudando pero mi obligación no es embolsarle a usted toda la compra”. TH respondió: “Digame ahora mismo como se llama porque voy a poner una queja contra usted”. “Sí señora, como no, me llamo xxxxx, xxxxxx”. Le dió sus datos con nombre y apellidos.


Hoy la cajera tiene una sanción, y TH está suelta por el mundo.

Por si alguien se lo está preguntando: sí, la historia es real.


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Esa señora me suena

Recuerdo aquella tarde. Era primavera y yo tenía 39 años. A toda mujer le llega ese momento tarde o temprano. En mi caso ocurrió en El Corte Inglés de Raimundo Fernandez Villaverde. Eran las cinco de la tarde o por ahí y yo iba sola, mi ex iba delante con la niña y yo tuve un instante para verme en el espejo de las escaleras mecánicas. Pero verme no en plan “voy a verme al espejo” y te preparas y pones cara de verte al espejo. Sino verme en plan que vas mirando para adelante atontada con la espalda apoyada en la barandilla de la escalera mecánica y te encuentras con una imagen frente a ti. Entonces ves una señora cansada, mayorcita, vamos lo que viene a ser una señora, de toda la vida (no una chica). Y piensas rápidamente “una señora” pero este pensamiento es rápidamente interrumpido por un sentimiento de asombro mezclado con sorpresa. Te miras y te remiras y te das cuenta de lo que tienes delante: esa señora soy yo. No es una señora, bueno sí, sí es una señora, que soy yo, que ya no soy una chica sino que soy esa señora de ahí. De repente vuelves a tomar conciencia de dónde estás, de con quién y de para qué has ido. Te hablan, y tú sigues mirándote y mirándote en un espejo y otro de todos los tramos de las escaleras mecánicas. Ahora ya estás poniendo cara de “voy a verme al espejo”, pero esa imagen de la señora que has visto antes ya no se borra de tu mente. La información ya se ha recibido. Soy una señora.


Bien, ante este momento que vive toda mujer tarde o temprano, existen dos opciones:


Opción A: pues claro, normal, treinta y nueve años lo normal es parecer una señora qué quieres hija y seguimos con lo que estábamos y se acabó aquí el tema.


Opción B: gastarte una pasta en “tratamientos”.


En mi caso opté por la opción B. Siempre me han gustado las mechas y los tratamientos.


Al principio era muy fácil. Como buena devoradora de artículos de estética tanto en internet como en revistas, me dije: esto tiene fácil arreglo. Con un botox se soluciona. Dos veces al año y asunto arreglado. Vas a la clínica que te recomendó fulanita y allí te plantas, firmas lo que haga falta incluido que si te cortan una pierna por error es todo responsabilidad tuya (lo firmas además encantada), y sales de allí con tu botox convencida de que has hecho lo mejor que podías haber hecho en tu vida. Próximo desembolso dentro de seis meses. Así tiras unos dos años y ya tienes cuarenta y uno. ¡Y estás de suerte! (tu bolsillo no tanto). Para esas líneas que te salen alrededor de los labios que según la doctora son de fumar, o del sol o de reirte o de comer o de beber o de decir “uuuuu” (para mí que son simplemente de tener 41 años), pues ¡existe otra cosa supermegaguay!. Se llama acido hialurónico y es completamente compatible con el botox que por cierto ya “solo” vale 400 pavos así que con ese ahorro de doscientos pues ¿quién no puede echarse un poco de hialurónico de vez en cuando? Total eso es “solo” cada año y medio o dos años.




Así que tiras tan contenta para casa con todos tus potingues ya inyectados y rezando para que no descubran que dan cancer o que se cae la nariz al cabo de veinte años.
Sigues más o menos así, con el gasto controlado, con el botox porque del hialurónico no notaste nada, bueno sí, notaste que tenías trescientos cincuenta euros menos en la cuenta, y como la medicina estética es maravillosa maravillosa y sólo piensa en tu bien, al cumplir los cuarenta y tres vas a por tu botox veraniego para no salir en las fotos como un acordeón, ¡¡¡y te dan una noticia fantástica!!!


Pues claro que sí, ha salido un nuevo tratamiento. Se llama radiesse y es justo lo que necesitas para por fin dejar de ser fea o resultona y pasar a engrosar la lista de las bellezas. Es un mejunje también super natural, reabsorbible, inocuo, que hace que produzcas más de tu propio colágeno y que te hace muchísima falta porque si no en cuestión de dos años se te habrá caido la cara y parecerás un tai pei. Así que sales de allí con tu botox pero nada contenta porque claro, tienes que echar cuentas a ver si prefieres parecer un taipei o dejarte en septiembre otros 300 euros en el radiesse que te hará parecer lo que eres ahora pero más tiempo. Si no estás muy loca esperas a ver si te devuelve hacienda. Si estás un poco más loca te tiras de cabeza a por el radiesse no se vaya a acabar y se te descuelgue toda la cara durante el verano.


Voy a meterme en devoluge a ver si me ha devuelto hacienda.


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domingo, 3 de julio de 2011

Los ciclistas

Hace tiempo he querido hablar sobre este tema y no se me ocurre nada que me toque más los huevos que estos elementos así que con ellos voy a empezar. Los ciclistas tienen tomado el mundo. El peligro para la humanidad no es el 666 ni el día de la bestia, ni las armas nucleares, ni el calentamiento global, ni el hambre, ni la sequía, ni la contaminación, ni Aida Nizar ni el cancer. No, sufrido ciudadano. El peligro mayor que sufre la humanidad en estos momentos son los putos ciclistas. Donde quiera que vayas hay uno jodiendo (o varios).

Estos elementos suelen ir en manadas por la vía pública, que para ellos es cualquier lado. Vas por la carretera que es una vía claramente destinada a vehículos a motor, y ahí tienes a uno de estos hijos de puta a veinte por hora entorpeciendo la circulación y poniendo en peligro (por desesperación del contrario) a toda una hilera de coches que lleva detrás. Lejos de echarse un poco a la derecha para que puedas adelantarles y facilitar el pifostio que han organizado, ellos van lo más por el medio del carril que pueden, lo que viene a llamarse a su puta bola, que cualquiera pensaría que han sacado la bici no para hacer ejercicio sino para joder al prójimo (yo de hecho estoy segura al cien por cien de este punto).


Como no hay dos sin tres, y como Dios los cría y ellos se juntan, lo más normal es que te encuentres no sólo uno de estos indeseables sino que te los encuentres en manada. Sí, eso es amigo conductor. Vas tú cumpliendo estrictamente tu limitación de velocidad (110, 120, 70 o 50, según la pegatina del momento), y te encuentras con lo que parecería ser una manada de manatíes africanos que van todos ellos unos al lado de otros ocupando absolutamente todo tu carril (no en fila india como marca el codigo de circulación). Ellos el código se lo han pasado siempre por el arco del triunfo de las mallas esas super ridículas que llevan, así que no cuentes con que lo respeten. Pues ahí están, delante de ti y de los cincuenta coches que llevas detrás, con una raya continua que parece durar eternamente, y todos en paralelo, como los manatíes. Y cuidadito con pitarles. Mucho ojo con esto. No sé si existen los manatíes o si son una especie protegida, pero sí te puedo asegurar que el ciclista es una especie protegida en nuestro país, y además una especie muy consciente de ser protegida. Vamos, que desde el punto de vista penal es mejor matar cuatro niños que pitar a un ciclista. Lo segundo está mucho peor visto. No son hijos de puta vestidos de colores que hacen todo tipo de imprudencias como tú crees. No no , nada de eso. Son deportistas. Y como tal pueden hacer lo que les salga de los huevos: poner en peligro su vida y la de los demás, y por supuesto la tuya la de tu novia y la de tus hijos, metiéndose delante de tu coche sin previo aviso justo cuando ibas a adelantarles. Y si se te ocurre pitarles para avisar que no se meta que no vas a poder evitar llevártelo por delante, te montan un pollo como si fueras un delincuente y ellos tus víctimas.

Asociación Ciclista Hospital U. Virgen de la Arrixaca. En Carretera acompañados por otros cicloturistas


Otra muy buena es que a pesar de ir por la calzada, por la autovía, por la autopista, por la carretera comarcal y por cualquier sitio destinado a los coches, luego también van por la acera. Sí señor. Entonces tú vas con tu coche y llegas a un paso de cebra, a veinte, y como no va a cruzar ningún peatón pues te dispones a seguir sin parar. Pero justo cuando estás a punto de pisar el cebra ¡ZAS!, sale un hijoxxxx$$$$, perdón, sale un ciclista de la nada y se tira al paso de cebra, frenas en seco para evitar cargártelo, y es que el individuo entra en el cebra no a velocidad de peatón sino a cincuenta por hora sin darte mucho tiempo para reaccionar. Y te quedas con cara de imbécil preguntándote si en el código de circulación hay que parar también para los ciclistas y piensas luego esto lo tengo que mirar. ¿Pero qué haces? ¿Te lo cargas? Veo vuestros pensamientos y creedme no os lo recomiendo aunque os entiendo desde luego, vaya si os entiendo. Pues eso, el tío no sólo tiene las ventajas del ciclista (osea todas), sino que a todo ello le sumas las ventajas de ser peatón y los pasos de cebra son suyos.




Tras este agradable trayecto en coche donde has conseguido convivir con varios de estos cabroncetes de colores, llegas por fin a tu destino, dejas el coche donde sea (mejor a la sombra ahora en julio), y ya eres peatón. Puede que pienses “aaaaaahhhhh, ya soy peatón, ahora ya no voy a sufrir a esos impresentables”. ¡Error! Y gordo. Ahora eres peatón pero recuerda que ellos también, o al menos eso creen. Estos entes omnipresentes se pasan de la calzada a la acera como alma que lleva el diablo, sin avisar, o del cebra a la acera, y con un “ring ring” ya se creen con derecho a llevarse por delante a cualquiera que se encuentre en su camino. En cuanto a las velocidades que son capaces de alcanzar en una acera, yo no sé cual es la velocidad de la luz porque el cole me queda lejos y se me ha olvidado, pero estoy convencida de que algunos de estos bichos la sobrepasan y hasta la doblan.

Las bicis, también por las aceras


Tú vas un domingo por la mañana tranquilamente a por el pan y el periódico, esquivando mierdas de perro (eso para otro día), feliz de no tener ningún peligro acechándote ya que has dejado el coche aparcado, y de repente te sale una fiera de estas al doblar la esquina que por poco te atropella, y lo soluciona con un “perdón” y sigue su camino hasta atropellar realmente a alguien (de hecho atropellos de peatones por ciclistas hay unos cuantos).


Y bueno, hasta aquí mi pasión por este deporte.

Añado a continuación un link con noticias sobre la cruzada de un señor de Chile para proteger a los peatones contra el abuso de los ciclistas. Como veis, el problema alcanza dimensiones planetarias.

http://diario.latercera.com/2011/02/07/01/contenido/santiago/32-58617-9-peatones-y-ciclistas-se-disputan-las-veredas.shtml


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